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Actualizado: 16 de junio de 2025
Allí estaba Villamelón, repantigado en una butaca, hablando misteriosamente con el ministro de la Gobernación. Lanzóse el niño a su padre, y echándole los brazos al cuello, le dio dos besos. ¡Hola, caballerito! exclamó Villamelón . ¿Ya de vuelta?... ¡Me alegro!...
Ni al día siguiente ni en otros tres pareció por el molino. Su desabrimiento en parte era verdadero, en parte fingido. Conveníale saber si Rosa sentía por él algún interés o simpatía, y ningún medio mejor para averiguarlo. Ocho días determinó pasar sin visitarla; pero al quinto ya no pudo contener su impaciencia: así que comió, lanzose al campo con la escopeta al hombro, resuelto a ver a Rosa.
Vistióse canturreando trozos de zarzuela. Tomó chocolate con la familia, dió un vistazo a los periódicos nacionales y extranjeros, y sin tallar el paquete de palillos acostumbrado, lanzóse a la calle a cerciorarse del efecto real que el primer número del Faro había producido.
Cual página mas grande para inscribir su nombre Que esas gigantes moles que mundos equilibran, En cuyas canas frentes los huracanes vibran Como arpas misteriosas que pulsa el vendabal? Atleta americano lanzóse de su cumbre Por conquistar á hierro la libertad de un mundo, Y de su altivo paso se vé surco profundo Que el tiempo despeñado se para á contemplar.
Luego lanzose de un lado y de otro desarmando y acuchillando. Hubiérase dicho que esgrimía en su mano un puñado de estoques. Hirió primero a un mozo de larga cabellera, metiéndole muy hondo la punta en el pecho. A otro, que pretendió intimidarlo agitando su alfanje, cruzole el rostro con veloz cuchillada.
Dio sólo dos pases, ayudado por un capote que se mantenía a su lado, y de pronto, con celeridad de ensueño, como un muelle que se suelta del afianzador, lanzose sobre el toro, dándole una estocada que sus admiradores llamaban de relámpago.
Exaltado el pueblo á la vista de tan bárbaro espectáculo, no pudo ya contener sus ímpetus: lanzóse como un tigre sobre los soldados de la nueva guardia, descuartizó á cuantos pretendieron oponerle resistencia, se dirigió al alcázar, prorumpió en alaridos y amenazas, protestó enérgica y fieramente contra la tiranía de sus reyes.
Y para más aturdirse, para olvidar la pena que le roía el alma fue más allá de lo que la prudencia aconsejaría a una mujer en su caso. Lanzose a una vida de placeres ruidosos; teatros, paseos, partidas de tresillo, tiendas, modistas, cenas a última hora con sus flamantes amigas y adláteres. Estas no la dejaban ni de noche ni de día.
Luego, no sin cierto estremecimiento nervioso que corrió por todo su cuerpo, se preparó a dar el gran salto. Grande era, en efecto; enorme. Sólo un bandido avezado a correrías peligrosas tuviera la audacia de intentarlo. Después de algunas vacilaciones lanzose al espacio, logró tocar con las uñas la tabla, y presto se encaramó sobre ella.
Lanzóse el gobernador sobre ellos con todo el ardor de su picado amor propio, y púsole su mala suerte ante los ojos, lo primero, un plieguecillo de esquela, con el timbre de la condesa de Albornoz, y escrito en él, con diversos caracteres de letra, este extraño letrero: ¡Qué animal tan hermoso es el hombre!
Palabra del Dia
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