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Actualizado: 10 de junio de 2025


Recorro aquel encantado bosque de columnas, silencioso y sombrío como las poéticas florestas del Eufrates; respiro la fragancia del ámbar y del aloe quemado bajo sus incorruptibles techumbres de alerce, suave al embriagado olfato como el aroma que exhala de sus verjeles la gran ciudad edificada sobre las ruinas de Seleucia y Ctesifon reunidas; báñome todo en la templada luz que por las naves difunden multitud de lámparas reflejando en el terso pavimento, en los bruñidos jaspes de las columnas y en las portentosas labores del santuario; no diviso ya ni aquella catedral, obra de nazarenos, que un momento se alzaba en medio de la gran mezquita, interceptando mi vista ansiosa de abarcar su primitivo conjunto; ni aquella multitud de capillas y altares, obra indiscreta y confusa de todas las épocas y gustos reunidos, capillas y altares odiosos al fiel muslim que ve erigidos en ellos otros tantos ídolos; ni los infinitos sepulcros que profanaban la santa casa donde no osó mandarse enterrar ningun Califa: veo la gran rival de las mezquitas de Damasco, Bagdad y Jerusalen, restituida por ensalmo á su primitivo destino, y dando al olvido mi orígen, mi siglo y mi , me encuentro trocado en fervoroso y entusiasta islamita.

12 Aquí está la paciencia de los santos; aquí están los que guardan los mandamientos de Dios, y la fe de Jesús. 13 Y una voz del cielo que me decía: Escribe: Bienaventurados son los muertos, que de aquí en adelante mueren en el Señor. , dice el Espíritu, que descansan de sus labores; y sus obras los siguen.

Las labores delicadas, como costura y bordados, de que había taller en la casa, eran las que menos agradaban a Fortunata, que tenía poca afición a los primores de aguja y los dedos muy torpes. Más le agradaba que la mandaran lavar, brochar los pisos de baldosín, limpiar las vidrieras y otros menesteres propios de criadas de escalera abajo.

El Gran Constantino sabía ya por su querido y admirado señor De Pas, quien la visitaba más a menudo ahora, que doña Ana deseaba ayudarla en sus santas labores y en la administración de tantas obras piadosas como ella dirigía y pagaba sabiamente. «¿Cuándo viene por acá ese ángel hermosísimopreguntaba el Obispo madre, en estilo de novena, cargado de superlativos abstractos.

Don Diego andaba siempre en el campo, de caza ó atendiendo á las labores. Sus dos hijos, D. José y D. Fadrique, quedaban al cuidado de la chacha Victoria y del P. Jacinto, fraile dominico, que pasaba por muy docto en el lugar, y que les sirvió de ayo, enseñándoles las primeras letras y el latín.

Diríase que el espíritu benigno del solariego, con la amargura de sus memorias, con la bondad de sus sentimientos, presidía aún y gobernaba las labores y las intimidades de la pudiente casa labradora.

Admite, pues, y conserva perfectamente las más finas y delicadas labores, y de aquí la riqueza de obras platerescas que acabamos de enumerar y las muchas que no hemos citado, todas las cuales parecen recién hechas en sus menores tallas, sin embargo de estar á la intemperie: de aquí también aquellas afiladas aristas de las esquinas de la Casa de las Conchas; aquella tersura de sus muros, que parecen bruñidos; aquellos atletas, de tan admirable musculatura, de la Casa de la Salina; aquella férrea solidez de la Catedral Fuerte, ó sea de la Catedral vieja; aquellos primores del patio del Colegio del Arzobispo, y tantos y tantos otros prodigios de escultura y arquitectura como ve el viajero en todas partes.

Las labores que hasta ahora se han ejecutado en ellas son todas muy superficiales por la abundancia de aguas que á ellas afluyen, y se ignora, por lo tanto, la ley que en profundidad siguen.

Y mientras ejecutaban estas menudas labores departían ó narraban cuentos para que se estuviesen quietos los pequeños. El tío Goro de Canzana, cuando no trabajaba, aprovechaba el tiempo para aumentar el caudal ya prodigioso de sus conocimientos leyendo por cuantos papeles impresos llegaban á sus manos.

Mesa de pino ó de nogal de pies retorcidos y trabados entre por elegantes brazos de hierro forjado. Sitial de madera tallada con respaldo ornado de resaltadas labores, pináculos en los extremos, rosetones en la capa inferior.

Palabra del Dia

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