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Actualizado: 3 de mayo de 2025
En el momento de separarnos para retirarnos cada uno a nuestro cuarto, Roberto me tomó las dos manos y me llevó a un rincón. Te agradezco, Olga dijo, y sus labios temblaban, te agradezco tu exactitud y tu cariño. Ahora se acabó nuestra correspondencia... ¡Por amor de Dios, Roberto! balbucí. ¿Qué ha pasado?
Ramiro removió entonces los labios para preguntar si en todo aquello no había nada que fuera contrario a la Santa Iglesia de Cristo; pero el mago, poniéndole el dedo en la boca, abrió un libro al azar, y leyó: «Aquél no puede ser el mayor Señor que tiene temor de alguna cosa.» «Más vale la libertad en el querer, en el recordar y en el saber que poseer un reino o un imperio.»
Frinés y Mesalinas perfumaron el agua que besaba sus senos con el aroma vuestro. Médicis y Popea, y otras hembras felinas, os dieron el hechizo de sus labios obscenos.
Ahora añadió el tío Merlín, que firme ese señor; después que vea por ónde nos mete mano. Y retozándole la risa en los labios, salió del concejo entre la algazara y los aplausos de sus convecinos. Aquel mismo día se presentó el alcalde con este documento al forastero, diciéndole, al entregársele, con tono y expresión de triunfo: Aquí está mi contestación.
Es decir... ¿que su señor padre teme mancharse si pone los pies aquí? No sé repitió él con inconsciente obstinación. ¡Es que es una ofensa gratuita la que nos hace ese señor! ¿Qué se ha figurado? añadió con voz ya alterada y los labios temblantes. ¿Quién es él para darse ese tono? Nébel sintió entonces el fustazo de reacción en la cepa profunda de su familia.
Todos estaban pálidos, con los labios descoloridos, los ojos brillantes y un temblor homicida en las manos. El peligro arrostrado y la certeza de que por fin eran dueños de una ciudad les enloquecía. Las puertas de los edificios caían a culatazos.
En ninguna encontró aquella rara mezcla de amor ardiente y de cariño impecable, aquella voluptuosidad empapada de ternura, ni aquel sensualismo exento de vicio. ¡Los labios de fuego, las miradas castas! ¡Ah, necio y mentecato, que por propia culpa la perdió! «Ella..., ella ha hecho bien en casarse, o en regalarse a quien le haya dado gana.
En el primer momento la fisonomía del Príncipe Zakunine había permanecido sin expresión; parecía que éste no hubiera oído, o que no hubiera comprendido; pero, poco a poco, una amarga e irónica contracción de los labios, un encogimiento de las cejas sobre los ojos de pronto hundidos y casi risueños, animados por una risa casi dolorosa, revelaron la sensación de estupor, de incredulidad y en cierto modo de diversión, que tan inopinado cargo despertaba en su ánimo.
En vez de guardar un discreto silencio, introducía la discordia en la casa con sus opiniones. Durante los primeros días de la guerra se mantuvo encerrada en su cuarto, reuniéndose con la familia solamente cuando la llamaban al comedor. Con los labios fruncidos y la mirada perdida se sentaba á la mesa, fingiendo no escuchar los desbordamientos verbales del entusiasmo de don Marcelo.
En un rincon, hacinados como cadáveres, dormían ó trataban de dormir algunos chinos traficantes, mareados, pálidos, babeando por los entreabiertos labios, y bañados en el espeso sudor que se escapa de todos sus poros.
Palabra del Dia
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