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Actualizado: 21 de noviembre de 2025
»A los amantes les acompaña la juventud, en tanto que a los padres nos acecha la vejez. »Lo que para ellos es su primera pasión para nosotros es nuestro último sentimiento. »Cuando a un marido le engañan, cuando a un amante le venden, encuentra a su placer mil queridas, y sucesivos amores llegan a hacerle olvidar el primero. »Mas ¡ay! un padre ¿podrá encontrar otra hija?
De repente, una puerta se abría, un ruido de sedas cuyo frou-frou creeríase el paso de un duende, dejábase oír en la habitación, y a través de la media luz azulada del velador, el pobre viejo, enfermo y postrado, veía atravesar como un fantasma la sombra fascinante de Blanca, arrastrando ondas de rasos y encajes y dejando a su paso el perfume capitoso de juventud que embalsamaba la visión de Fausto.
Se componía de cuatro oficialas, las dos doncellas de la casa, cuando los quehaceres domésticos se lo permitían, Venturita y la misma Cecilia. Era una juventud bulliciosa, a la cual, el trabajo activo no impedía charlar, reir y cantar todo el día. La alegría les rebosaba del alma a aquellas muchachas, y se desbordaba en risas inmotivadas, que a veces duraban larguísimo rato.
Déjame en paz, Gregoria decía cuando la mujer le atosigaba demasiado; mira, hija, que es preciso convencerse que ni uno ni otro estamos para estas cosas; el amor es gaje de la juventud, y cuando se tienen hijos con barbas, y canas y reumatismo y chocheces y goteras por todos lados, empeñarse en hacer los Faustos y las Margaritas es exponerse a desafinar y dar fiasco.
¿Sabes cuál es el amor, profundo, arrebatador, por el que ese olvidarás; pensamiento roedor que no se olvida jamás? El último; amor nacido con el doliente gemido de la juventud cercana que se aleja, y que mañana por siempre se habrá perdido. Ciega y ardiente ambicion que nada apaga en el mundo, que arranca del corazon la suprema convulsion postrera del moribundo.
Y Ferpierre, después de haber dado libre desahogo en los artísticos trabajos, de su primera juventud a sus pasiones vivaces, había comprendido a tiempo todo cuanto hay de exagerado, de falso y malsano en una concepción demasiado amplia y poética de la existencia, y como sus sentimientos habían llegado a ser más austeros, más severos eran por consiguiente sus juicios.
A decir verdad, siempre le había sorprendido un poco que su penitenta no se acordase de la vida monástica, tan conforme con sus inclinaciones. Luego, la edad a que había llegado, traspuesta ya la primera juventud, no hacía temer que su resolución fuese hija de un deseo efímero, de una fugaz exaltación romántica, como suele acaecer a las niñas de quince a veinte años.
Su muerte remedó el dulce acceso de embriaguez que le transportaba, mediante una breve toma, desde las miserias de la realidad a las delicias de una vida apócrifa, compuesta con extraños fingimientos de juventud, pasión y energía. ¿Entraba al fin en un mareo eterno? ¿Iba ya derechamente a ser el noble, enamorado y valiente caballero, defensor y amparo de la hurí en las edades sin término y en los espacios sin medida?
No nos faltan noticias de la juventud de Lope, pero sí datos exactos y concretos para ordenar seguida y cronológicamente los sucesos de su vida y sus épocas principales.
Era menester repetírmelo bien: este fresco romance de juventud, que perfumaba mi pensamiento, no podía tener sino un capítulo, ó más bien una página, y la había leído ya.
Palabra del Dia
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