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Actualizado: 23 de junio de 2025
Porque los hombres, que son los principales materiales de que se componen los edificios políticos, son más difíciles de labrar y ajustar que los mármoles más duros en los edificios materiales; y así es menester que, en cuanto sea posible, se les busquen y acomoden las junturas tan a su natural que sea poco o nada lo que haya que vencer.
Su autoridad, que era absoluta casi, no conseguía sujetar aquel azogue que se le marchaba por las junturas de los dedos. La doña Obdulita le fatigaba, le mareaba. ¡Y ella que quería seducirle, hacerle suyo como al obispo de Nauplia, aquel prelado tan fino que no se separaba de ella cuando vivieron en el hotel de la Paix, en Madrid, tabique en medio!
Ya lo barrerían, y si no, por ella, aunque en todo el año no se barriese.... ¿De qué le había servido tanto romper el cuerpo cuando era joven? De verse ahora tullida «¡Ay, no se sabe lo que es la salud hasta después de que se pierde!» exclamaba sentenciosamente, sobre todo los días en que el dolor artrítico le atarazaba las junturas.
Los pescadores decían que enfrente de Frayburu, el monte Izarra tenía una gran cavidad, una enorme y misteriosa caverna. Pasada esta parte, el Izarra se cortaba en un acantilado liso, pared negra y pizarrosa, veteada de blanco y de rojo, en cuyas junturas y rellanos nacían ramas y hierbas salvajes. Aquí, el mar de mucho fondo era menos agitado que delante de los arrecifes.
Llevaron a Martín a un cuarto desmantelado y polvoriento, en cuyo fondo había una alcoba estrecha, con las paredes cubiertas de unas manchas negras de humo. Sin duda los huéspedes mataban las chinches quemándolas con una vela o con la lamparilla y dejaban estos tranquilizadores rastros. En el gabinete y en la alcoba olía a cuadra, olor que venía de las junturas de las maderas del suelo.
Al primer aspecto, hay en este intacto monumento de tiempos casi fabulosos y de religiones primitivas, una potencia de verdad, una especie de presencia real, que sobrecoge el alma y la estremece. Algunos rayos de sol, penetrando en el follaje, filtraban por las junturas algo separadas, jugueteaban sobre el siniestro trozo y prestaban la gracia de un idilio á aquel bárbaro altar.
Los rayos de sol penetraban por entre las junturas de los cortinajes, liquidando en resbaladizas gotas el vaho que empañaba los vidrios, y posándose luego en rasgos o girones de luz sobre los rasos de colores. En el suelo, confundida con las de la alfombra, había quedado alguna que otra flor pisoteada y marchita.
Del germen caído al acaso, brotaban y florecían, en las junturas de los pavimentos y los muros, los alhelíes de las ruinas, sin que una mano cruel los arrancase ni los hollara un pie maligno. Por las francas ventanas se tendían al interior de las cámaras del rey las enredaderas osadas y curiosas. Los fatigados vientos abandonaban largamente sobre el alcázar real su carga de aromas y armonías.
Detrás de ella lucía el retablo del altar mayor su majestuosa fábrica de un dorado suave y viejo: todo un mundo de figuras representando, bajo calados doseletes, las diversas escenas del drama de la Pasión. Entre el retablo y la verja, el oro parecía chorrear, resbalando por las blancas paredes, marcando con líneas deslumbrantes las junturas de los sillares.
Los parásitos anidados en los pliegues del camastro, en las junturas de la madera, en los agujeros del techo, salían de caza con la excitación del calor, ensañándose al amparo de la obscuridad en los cuerpos inánimes que duermen con el sueño embrutecedor de la fatiga.
Palabra del Dia
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