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Actualizado: 25 de junio de 2025


Ordinariamente iban emparejados, departiendo amigablemente: el capellán mostraba a su discípulo cada día más estimación: en una cosa no estaba conforme con él, y se la recriminaba a menudo: era la amistad que Miguel profesaba a Brutandor. «¡Mentira parece ¡barájoles! que seas amigo de ese jumento! Y él ha sabido bien aprovecharse.

De cuando en cuando, rebuznaba un jumento, gruñían puercos, mayaban gatos, cuyas voces, de diferentes sonidos, se aumentaban con el silencio de la noche, todo lo cual tuvo el enamorado caballero a mal agüero; pero, con todo esto, dijo a Sancho: -Sancho, hijo, guía al palacio de Dulcinea: quizá podrá ser que la hallemos despierta.

-Tan estrema es -respondió Sancho- que si fueran para mi misma persona, no los hubiera menester más. Y luego, habilitado con aquella licencia, hizo mutatio caparum y puso su jumento a las mil lindezas, dejándole mejorado en tercio y quinto.

Partía aquella mañana del mesón un arriero con cargas a la corte; llevaba un jumento, alquilómele, y salíme a aguardarle a la puerta fuera del lugar. Salió y espéteme en el dicho, y empecé mi jornada. Iba entre diciendo: "Allá quedarás, bellaco, deshonra buenos, jinete de gaznates."

En esto estaban, cuando sintieron un sordo estruendo y un áspero ruido, que por todos aquellos valles se estendía. Levantóse en pie don Quijote y puso mano a la espada, y Sancho se agazapó debajo del rucio, poniéndose a los lados el lío de las armas, y la albarda de su jumento, tan temblando de miedo como alborotado don Quijote.

Y, apeándose con gran presteza de su jumento, tiró con furia de una de las espadas que llevaba el licenciado en el suyo. -No ha de ser así -dijo a este instante don Quijote-, que yo quiero ser el maestro desta esgrima, y el juez desta muchas veces no averiguada cuestión.

En casa lo tengo, mi oíslo me aguarda; en acabando de comer, daré la vuelta, y satisfaré a vuestra merced y a todo el mundo de lo que preguntar quisieren, así de la pérdida del jumento como del gasto de los cien escudos. Y, sin esperar respuesta ni decir otra palabra, se fue a su casa. Don Quijote pidió y rogó al bachiller se quedase a hacer penitencia con él.

Solos quedaron jumento y Rocinante, Sancho y Don Quijote; el jumento, cabizbajo y pensativo, sacudiendo de cuando en cuando las orejas, pensando que aún no había cesado la borrasca de las piedras, que le perseguían los oídos; Rocinante, tendido junto a su amo, que también vino al suelo de otra pedrada; Sancho, en pelota y temeroso de la Santa Hermandad; don Quijote, mohinísimo de verse tan malparado por los mismos a quien tanto bien había hecho.

En primer término de la composición hay carrozas paradas, desde las cuales la reina doña Isabel y sus damas presencian la diversión: no lejos de ellas se ven grupos de hombres, un perro herido y un arriero con su jumento. Fotog.

Palabra del Dia

rigoleto

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