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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Hasta hace poco, señores, continuó, el pansit se creía chino o japonés, pero es el caso que no conociéndose ni en la China ni en el Japon, parece ser filipino, y sin embargo los que lo guisan y benefician son los chinos: idem de idem de idem lo que les pasa al gobierno y á Filipinas: parecen chinos pero si lo son ó no lo son, doctores tiene la Santa Madre... Todos comen y gustan de él y sin embargo hacen melindres y ascos; lo mismo le pasa al pais, lo mismo al gobierno.
El rumor de unirse las tranquilas aguas de los mares bíblicos con las revueltas que recuerdan grandes epopeyas, llegó poco á poco al extremo Oriente; y el Japón dando el ejemplo avanzó en tres lustros lo que no había hecho en muchos siglos; y el rutinario chino abrió sus infranqueables murallas, rompiendo muchos de los antiguos moldes de sus costumbres, al par que perfeccionaba y daba novedad á las líneas en que modela sus bronces y cerámicas.
Si lo escrito estuviese en japonés, yo me quedaría con la gana de entenderlo, porque no sé palabra de la lengua o lenguas que se hablan o escriben en el Japón. Sólo sé que los japoneses tienen muchos libros, y que algunos de ellos, novelas sobre todo, están ya traducidos en varias lenguas europeas, y particularmente en inglés, francés y alemán.
Las razas del extremo Oriente, cuya civilización ha seguido marcha distinta á la de los pueblos de raza aria, también han adorado montañas. Lo mismo en la China y el Japón que en la India, las altas cimas sostienen templos consagrados á los dioses, ó se las considera como á genios tutelares ó vengativos.
VIVÍA muchísimo tiempo hace, en la costa del mar del Japón, un pescadorcito llamado Urashima, amable muchacho, y muy listo con la caña y el anzuelo. Cierto día salió a pescar en su barca; pero en vez de coger un pez, ¿qué piensas que cogió? Pues bien, cogió una grande tortuga con una concha muy recia y una cara vieja, arrugada y fea, y un rabillo muy raro.
No era el Fusang el mundo de Colón, sino un país imaginario donde la fantasía vulgar y materialista de los chinos ponía mayor fertilidad, abundancia y riqueza que los europeos pusieron más tarde en el Dorado. Lo único cierto era que más al oriente del Japón poco o nada conocían los chinos.
Terribles y misteriosos naufragios registra la historia de la equinoccial de Setiembre. Los puertos de China, del Japón y de Filipinas guardan escritos en informes restos, imperecederas memorias de fenómenos pasados que nos hacen temer por los venideros.
La próxima vez, si volvemos á vernos, será en el Japón, en el Canadá, en el Cabo... Siga su rumbo, enamoradizo tiburón, y déjeme seguir el mío. Figúrese que somos dos barcos que se encuentran en una calma, se hacen señales, cambian saludos, se desean buena suerte, y después cada uno se aleja por su lado, tal vez para no volver á verse nunca. Ferragut movió la cabeza negativamente.
Yo odio el Colón convencional fabricado por el vulgo dijo Isidro . Ese Colón que ven todos, lo mismo que en las estatuas y los cuadros, con el capotillo forrado de pieles, una mano en la esfera terrestre (que conocía menos que cualquier escolar de nuestra época) y con la otra señalando a Poniente, como quien dice: «Allá está América; la veo y voy a ir por ella...». Y Colón murió sin enterarse de que las tierras descubiertas eran un mundo nuevo y desconocido; diciendo en su carta al Papa que había explorado trescientas leguas de la costa de Asia y la isla de Cipango, con otras muchas a su alrededor... Las trescientas leguas asiáticas eran las costas atlánticas de la América Central, y Cipango (o sea el Japón) la isla de Santo Domingo.
Todavía no se ha introducido en la Turquía, en la India, en la Persia, en la China, en Sian, ni en el Japon; pero razon hay suficiente para que la padezcan dentro de algunos siglos.
Palabra del Dia
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