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Actualizado: 25 de septiembre de 2025


Le supliqué que abreviase, pero tuve que sufrir un exordio, preparado de antemano, sobre los penosos deberes de la amistad y sobre el esfuerzo que le imponía su vivo interés por ... Por fin habló. Trátase, en efecto, de Lautrec y ha sido la de Jansien la que ha puesto en circulación el rumor. Bromeó sobre eso con Kisseler, el cual fue, muy indignado según parece, a contárselo a la Marquesa.

Gerardo Lautrec trató de espiritualizar la idea mostrándonos en la belleza de la forma la imagen y el símbolo de la belleza moral, única representación de la divinidad. Al oír esto Sofía Jansien, roja como la grana bajo sus ricillos de un negro azabache, preguntó con indignado desprecio cómo era posible que se perdiese el tiempo en definir lo que no existe.

Se le pueden confiar los encargos más importantes con la certeza de que serán ejecutados en conciencia. Yo dijo Sofía Jansien en tono ruidoso y duro no conozco más que un confidente discreto, el fuego. ¡Ja, ja, ja! Esta señora tiene un modo de reír que rompe los vidrios. Lautrec continuó: , cuando uno muere, lo que posee más secreto debe ser entregado al fuego.

Me precipité entonces a la sala, empujando a unos cuantos jovenzuelos, so color de un entusiasmo irresistible, y me encontré con la cantante, que, roja, sin aliento y con el pecho al aire, estaba recibiendo los cumplidos con un gusto exento de toda modestia. Era Sofía Jansien, de quien ya te he hablado. Hija de un plantador de la Jamaica se enamoró del intendente de su padre y se casó con él.

Su voz y su risa sonaban a falso, y su salvaje enfado no hacía más que hundir en mi seno el aguijón de la duda... ¿De qué pueden acusar a mi pobre Luciana? ¿Qué puede saber, sin decirlo, esta horrible Sofía? Después de unos minutos de silencio, empleados en dominar mi cólera, me levanté. Puesto que se niega usted a hablar, acaso sabré algo más preguntando al señor Jansien.

Sin embargo, relacionándolos con las insinuaciones de esa mala peste de Sofía Jansien, tienen algo de alarmante. Por lo menos prueban la existencia, alrededor de mi pobre Luciana, de enemistades que no retroceden ante nada. Pero por dónde buscar esclarecimientos. Preciso será que la Jansien me explique sus frases ambiguas y sus reticencias.

Se refieren a personas a quienes la señora de Jansien favorece con su benevolencia. ¿Mi mujer?... La señora de Jansien favorece... La señora de Grevillois y su hija Luciana. El hombre abrió los ojos con asombro. ¿Grevillois? ¿Luciana? No las conozco... Yo insistí: Su señora de usted recibe a esas personas, y creí... Pregunte usted a mi mujer... Yo no nada.

Saludé sin responder y me fui a mi casa, donde encontré otro anónimo como los anteriores y que los siguió a la chimenea. ¿Qué enemigos de mi dicha se ocultan así en la sombra? ¿Qué bajas envidias ha excitado contra ella la pobre Luciana? No puedo sospechar de Sofía Jansien. Por mucho rencor y antipatía que tenga contra ella, no puedo creerla capaz de acciones tan bajas y despreciables...

El Marqués tenía a sus dos lados a la de Grevillois y a Sofía Jansien, y, mientras nos sentábamos, le decir: En 1590, una señorita La Fertè-Jonchère se casó con un caballero de Grevaulx-Loys, de donde debe de haber salido, después de varias alteraciones de lenguaje, la familia de usted: Grevaulx-Loys... Greville-Loys... Grevillois... ¿Comprende usted?

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