Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 25 de junio de 2025


Es algunas veces difícil, aun a las personas cuya existencia ha sido amplificada por la instrucción, el mantener con firmeza sus opiniones sobre la vida, su fe en lo invisible, y el sentimiento que realmente les causaran las alegrías y los pesares del pasado, cuando son bruscamente trasladados a otro país.

Y como en las noches anteriores, los durmientes se despertaron lanzando juramentos; mas á pesar de sus protestas, Rosalindo siguió viendo á la «Viuda del farolito» y su terrible luz. ¡Ahí! ¡ahí! gritaba despavorido, señalando al invisible fantasma.

Y acurrucado en su minarete, en medio de las tinieblas perforadas por luminosos parpadeos, existía el centinela invisible, el ronco cantor de las horas, espía avanzado que escrutaba los hostiles misterios de la noche y del mar.

En la obscuridad deslizábanse las manchas negras de algunos manteos camino de la sacristía, deteniéndose con grandes genuflexiones ante cada imagen; y a lo lejos, invisible en la obscuridad, adivinábase al campanero, como un duende incansable, por el ruido de sus llaves y el chirriar de las puertas que iba abriendo. Despertaba el templo.

Los tres artilleros estaban junto al cañón, tranquilos y flemáticos, llevándose una mano á los ojos para ver mejor el punto casi invisible que les señalaba su capitán... Ninguno de ellos reparó en la inclinación que empezaba á tomar la cubierta lentamente.

Don José lamentaba la suerte de aquel hombre que no conocía y sobre cuyo cadáver invisible había hecho descender su bendición. ¡Infeliz! ¡Sepultado en el mar!... Pero Fernando no participaba de sus lamentaciones. Todos que muriesen así.

El señor de Maurescamp tenía ante una espada invisible e infatigable. No la sentía, puede decirse, sino cuando tocaba su pecho. En resumen, recibió en aquel asalto cinco o seis botonazos y no dio ninguno. El amor propio muy irritable del señor de Maurescamp no le permitió declarar su inferioridad decisiva. Convino solamente en que aquel día no estaba en juego.

Llegaban hasta allí los ruidos de la muchedumbre invisible. Eran exclamaciones de inquietud; un «¡ay! ¡aylanzado por miles de bocas, que hacía adivinar la fuga del banderillero acosado de cerca por el toro. Luego, un silencio absoluto. El hombre volvía hacia la fiera, y estallaba el ruidoso aplauso saludando un par de banderillas bien colocado.

Pero tal situación no tenía fundamento alguno en la realidad. Velázquez lo sentía allá en el fondo de su alma: sabía que todo era comedia, que su poder era una sombra, que, aunque invisible, Soledad le tenía puesto el pie en el cuello. Esta idea hacía botar su orgullo como un corcel brioso á quien le clavan las espuelas.

Del vasto teatro les llegaba el eco prolongado de un canto, seguido de aplausos que morían en un súbito silencio. Y estos intermitentes rumores de la invisible multitud que palpitaba tan cerca de ellos, contribuían a darles la sensación de hallarse circundados por una suave y amorosa quietud. Adriana escuchaba a Julio con abandono. Le parecía que sólo un tenue velo de dulzura separaba sus almas.

Palabra del Dia

aconséjele

Otros Mirando