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Que á cada hoja del álbum de tu vida Que desdoble la mano del destino, Al seguir los inviernos su camino Las primaveras queden en tu sien; Y así, que en cada año que transcurra Añadas una flor á tu guirnalda, Y que cruzando prados de esmeralda Llegues hasta las puertas del Eden. AL PRIMOG

Y en estos remansos marítimos, desde el Esterel á la frontera de Italia, las gentes ricas y friolentas llegadas todos los inviernos habían acabado por convertir en capitales de fama mundial adormiladas ciudades de provincia.

Lo mismo decía el dueño de aquel «surtú» que ha pasado en aquella percha dos inviernos; y la que trajo aquel chal, que lleva aquí dos carnavales; y la... Pepe, te daré lo que quieras; mira, estoy comprometido; ¡no me queda más recurso que tirarme un tiro! Al llegar aquí el diálogo, eché mano de mi bolsillo, diciendo para : no se tirará un tiro por diez y seis pesos un joven de tan buen aspecto.

Tres días después me paseaba por la vía Fornabuoni, en Florencia, por esa calle de palacios medioevales, bancos y consulados, que durante tantos inviernos me ha sido tan familiar, hasta que preferí las partidas de caza en Inglaterra a los rayos solares del Lung'Arno y el Cascine.

Tenían que pasar primaveras, veranos e inviernos en aquella cárcel flotante, siempre a la vista de un mar gris, de unos pantanos llenos de fango, sin más comunicación con el mundo exterior que el ruido de las olas y el grito áspero de las gaviotas y de los patos salvajes.

El campesino de esa comarca tiene una fisonomía poco inteligente y viva, y su pobre vestido de tela azul de algodon, indica que la falta de abrigo aflige en los inviernos á la poblacion rural. Y no solo se hace del humilde y resignado burro un agente de labor agrícola, sino que se le honra con el tiro de las tartanas y ligeras carretas rústicas, ó cabalgándole con descuidada confianza.

Esos primores artísticos son obra de las manos mas rudas y callosas, de los pastores de Appenzell y las montañas de San-Gall, que al terminar los veranos bajan de las altas praderas con sus rebaños, y se consagran durante los inviernos á labrar sus admirables encajes ó bordados de gran valor, cuando no á esculpir juguetes y graciosas figuras en madera de abeto ó pino, de haya ó encina.

Dice que pasará los veranos en el extranjero y los inviernos aquí. Está harta de su vida de palacios y cortes, y ¡si vieras con qué gente se trata!... Ha hecho que la reciban como hermana en una cofradía, la más popular, la del Cristo de Triana, la del Santísimo Cachorro, y se gastó una porrada de dinero en manzanilla para los cofrades.

Pero ¡ay, Rafaelito! eso es el exterior, la fachada, y con unos cuantos inviernos que lluevan sobre ella quedará despintada y llena de grietas. Pero interiormente créame usted, soy una ruina. Con tantas fiestas y alborotos los tabiques se caen, los pisos se bambolean. He corrido muy aprisa; me he quemado las alas por arrojarme de cabeza en la llama de la vida. ¿Sabe usted lo que soy?

Muchas veces, al pasar por el pardo caserón de la calle de Pizarro, donde habitaba los inviernos, hemos evocado su silueta entre la grave penumbra de los viejos salones y le hemos imaginado trazando sobre amplias cuartillas renglones cortos de musa ingenua y familiar, para convocar a sus íntimas reuniones familiares, que eran como una evocación de los tiempos pretéritos.