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Actualizado: 30 de junio de 2025


Ni es tan ligado Sísifo á su peña, Porque jamás holgamos en poblado, Si no es que de vivienda sea pequeña: Y entonces aún nos ponen en cuidado Algunos mozalbetes, que importunos Nos persiguen que honremos su tablado. Caminamos á veces medio ayunos, Ni perdonamos al invierno helado, Aunque nos convirtamos en Neptunos.

Todo un invierno llamó la atención en París; los periódicos hablaban de la hermosa española; sus triunfos en las playas de moda eran ruidosos, se buscaba como un honor arruinarse por ella, y varios duelos y ciertos rumores de suicidio formaban en torno de su nombre un ambiente de leyenda.

Aquella primavera anticipada, frecuente en Vetusta, era una burla de la naturaleza; después volvía el invierno, como en sus mejores días, con fríos, escarchas y lluvia, lluvia interminable.

Algo así como el mismo encanto del día; en rigor, el invierno, nada, pero en la tranquilidad y tibia y vaga alegría del ambiente, una delicia que saboreaba con inefable gozo la Regenta.

Esos son inmigrantes temporales que en primavera subieron de las llanuras bajas, á las cuales volverán en invierno, como no se les oculte en el fondo de los establos en las aldeas del valle.

Al terminar la temporada de Carnaval, aparecen en la Galería los artistas que han pasado el invierno en los principales teatros del mundo.

Debes tener frío dijo levantándose para dejarme; has andado bajo la lluvia, tus ropas mojadas transpiran los odiosos rigores de la vida precaria y del invierno, vienes empapado de estoicismo, de miseria y de orgullo. Aguardemos a mañana para hablar más razonablemente. Le dejé salir sin pronunciar ni una palabra más y advertí que cerró la puerta con impaciencia.

Ella se esforzaba, sobre todo, en esfumar los ensueños de grandeza de su marido, y en procurar que éste no viniese a ser un Faetonte del chic, y acabase por caer despeñado. En el invierno que siguió al verano y al otoño en que los conocí, vinieron a París ambos esposos a pasar una corta temporada. A ellos y a su niña los obsequié cuanto pude.

Pasaron el siguiente invierno los nuestros con alguna falta de bastimentos; y así en abriendo el tiempo, trataron de desamparar á Casandria, y acometer á Tesalónica, cabeza de toda la provincia, á donde estaba la mayor fuerza de ella, porque se tenia por cierto, que ganada esta Ciudad, podrían fundar con mucha seguridad los Catalanes, y Aragoneses su Imperio en ella, y alcanzar las mayores riquezas del Oriente, por residir allí Irene muger de Andronico, y María muger de su hijo Miguel, con toda su corte.

Estoy muy contenta de tener a su esposa y a él en mi compañía todo este invierno, y me aflijo ya con la idea de la inevitable separación, pero su destino le lleva a vivir lejos de Francia; respetemos los altos designios de Dios.

Palabra del Dia

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