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Actualizado: 11 de julio de 2025


Como no cumpliré diez y ocho años ni seré dueña de misma el día veinte, y como no tengo una madrastra enferma, no es de razón que me quede. ¿Me permitirá entonces que la acompañe otra vez hasta la ventana del Instituto? Al volver media hora más tarde, Príncipe encontró a Carolina sentada en un taburete a los pies de la señora de Ponce.

Sin ser rigurosamente viuda, tiene un hijo, gordo también, que se roe las uñas y estudia en el Instituto. Se llama Joaquín, y por ternura Quinito; sufrió en esta primavera no qué grave enfermedad que le obliga a tomar interminables horchatas y baños de asiento, y está destinado por doña Paulina a la burocracia, que considera, con mucha justicia, la carrera más segura y más fácil.

Ludovic Halévy, hijo de León Halévy literato y autor dramático sobrino del célebre compositor Fromental Halévy, ambos del Instituto de Francia.

El término de nuestro convenio no ha llegado aún, y en las actuales circunstancias no estamos dispuestos a dispensar de sus condiciones a la de Ponce. La señorita Galba debe sujetarse al reglamento y disciplina del Instituto, hasta que salga oficialmente de él. Esta conducta puede dañar el porvenir y comprometer la situación de la educanda en la sociedad indicó el señor Robinson.

En 1825 presenté á la Academia de ciencias mi primer ensayo, el cual fué muy favorablemente acogido, mereciendo la aprobacion del Instituto, como él lo manifestó en su informe. Tuvo á bien mi gobierno elegirme, en el mismo año, para efectuar por la América meridional un viage de exploracion, que fuese útil á las ciencias naturales y á sus numerosas aplicaciones.

La Cámara de Diputados: Gambetta. El Senado: Simon y Pelletán. El 14 de Julio en París. La revista militar: M. Grévy. Las plazas y las calles por la noche. La Marsellesa. La sesión anual del Instituto. M. Renán. A mi vez, pero con toda tranquilidad, tomo el tren una linda mañana, y empezamos a correr por aquellos campos admirables.

Y fue al piano; porque ella era la discípula querida del Instituto y ninguna como ella entendía aquella plegaria de Keleffy, «¡Oh, madre mía», y la tocó, trémula al principio, olvidada después en su música y por esto más bella; y cuando se levantó del piano, el rumor fue de asombro ante la hermosura de la niña, no ante el talento de la pianista, no común por otra parte; y Keleffy la miraba, como si con ella se fuese ya una parte de él; y, al verla andar, la concurrencia aplaudía, como si la música no hubiera cesado, o como si se sintiese favorecida por la visita de un ser de esferas superiores, u orgullosa de ser gente humana, cuando había entre los seres humanos tan grande hermosura.

Como mi instituto aquí no es tratar de propósito de la vida y escritos de los hombres de letras, sino solo poner lo que ha contribuido á las mayores mutaciones que se han hecho en la Lógica, por eso brevemente insinuaré las mudanzas que Cartesio ocasionó en ella y en algunas otras partes de la Filosofía, sacándolo de lo que él mismo dice en sus propias Obras.

También recogían los hermanos á los mozalbetes raterillos, á los cuales tenían algunos días sujetos, procurando corregirlos, y á unos y á otros buscaban luego colocación con algún amo, ó les ponían á aprender algún oficio mecánico, llegando, como la hermandad comprobó por sus libros, á haber colocado á unos 600 muchachos durante los primeros años del instituto.

Desde cualquier punto de la ciudad, se divisaba fácilmente el Instituto Crammer; así es que, bajo este punto de vista, no desmentía su carácter de establecimiento público en el que no faltaba nunca un visitante en su escalera y una cara bonita asomada a sus ventanas.

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