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Actualizado: 5 de julio de 2025
Cruzó por su mente la idea de que pudiese subir a su casa; pero al instante la desechó como inverosímil. Imaginó más bien que vendría a visitar a alguno de los inquilinos de los cuartos principal o segundo, que eran personas de calidad. No obstante, a despecho de su razón, no se tranquilizaba. Cuando oyó sonar el timbre de la puerta quedó aterrado.
Los sábados, generalmente, salían á la calle los campanilleros por los barrios de la Feria, de la Macarena, de san Bernardo ó de Triana, teniendo siempre no pocos curiosos que le rodeaban cuando se detenían á echar sus tonadas ante la puerta de alguna casa, de cuyos inquilinos recogían buenas limosnas para el culto del rosario.
La señora del cuarto principal, compadecida, lo consiente: la del segundo, en vista de esa primera protección, no quiere chocar con la señora condesa: los demás inquilinos no son siquiera consultados. Así es que empiezan por aborrecer al zapatero, y desahogan su amor propio resentido en quejas contra las aristocráticas vecinas.
Aunque haya caído del cielo en gotas cristalinas y oxigenadas, de la inmovilidad del charco o del pantano se enturbia, poblándose de inquilinos dañosos, de microbios, infusorios, larvas y guzarapos.
La casa parroquial de Guinobatan tiene suerte con sus inquilinos. Preguntad en toda la provincia de Albay, lo mismo á indio que á castilla por el Padre Luís, y no oiréis más que bendiciones para aquel párroco que durante las últimas epidemias fué la providencia de Guinobatan.
Doña Luisa tuvo que entrar y salir muchas veces para habituarse al imponente aspecto de los porteros: él condecorado, vestido de negro y con patillas blancas, como un notario de comedia; ella majestuosa, con cadena de oro sobre el pecho exuberante, y recibiendo á los inquilinos en un salón rojo y dorado.
Por la tarde tuvo un atrevimiento que siempre le había prohibido ella. Entró en la casa que habitaba Margarita, hablando largamente con la portera para adquirir noticias. La buena mujer pudo dar expansión de este modo á su locuacidad, bruscamente cortada por la fuga de los inquilinos y su servidumbre.
Vos nos habéis llevado de la mano a casa de nuestros inquilinos, de nuestros guardabosques; en tanto que vuestro padrino nos llevaba a casa de sus pobres. Y por todas partes os querían tanto, que en seguida, con confianza comenzaron a querernos un poco por vuestra recomendación... ¿Sabéis que os adoran en toda la comarca? Aquí he nacido.
Decreció en cambio la población de alimañas y parásitos externos, de los inquilinos del desaseo, colaboradores inconscientes de la salvación medioeval, con el empleo del jabón y de la camisa visible y lavable que inventó Burmmel, novedades que se han abierto camino muy lentamente allí donde el sentir de los teólogos había encontrado su complemento popular en el viejo refrán "chancho limpio nunca engorda".
Tantos y tan frecuentes parabienes recibía la señora Bonnivet por la belleza de su sobrina, que se decidió a hacer algunos sacrificios, con objeto de educarla: la hizo entrar en una escuela gratuita, donde aprendió a leer y escribir; brillante progreso cuyas ventajas no tardó en apreciar la señora Bonnivet, que en sus funciones de portera difícilmente descifraba los sobres de las cartas y equivocaba constantemente los periódicos que debía entregar a los inquilinos.
Palabra del Dia
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