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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Al principio trataron de protegerme, quisieron evitar que me expusiese al peligro; pero, cuando comprendieron que mi resolución era inquebrantable, se dijeron, dándose o no cuenta de la verdad, que el único medio era fiarlo todo a la suerte y dejarme llevar adelante, a mi manera, la lucha mortal emprendida contra Miguel.
Ahórrate reflexiones que serían de todo punto inútiles y no se te ocurra hacer objeción alguna, pues mi resolución es inquebrantable.
Aún le quedaban partidarios de fe inquebrantable que se aferraban a su defensa; pero estos entusiastas, ruidosos y agresivos un año antes, mostraban ahora cierta tristeza, y cuando hallaban ocasión de aplaudirle lo hacían con timidez.
Por su fe absoluta e irracional, por su adhesión inquebrantable a la Iglesia, le habían sacado adelante en la carrera los señores del Seminario, a pesar de su ignorancia. Era un hijo del terruño; había nacido en una aldea de los montes de Toledo.
Pensaba en todos los testimonios de dulce protección y de tierno respeto, que iba á tener el derecho y el deber de prodigarla; representábame, sus temores calmados, su confianza, su sueño; me decía con un encanto profundo, que aquella noche afortunada, si no podía darme el amor de aquella criatura querida, iba al menos á asegurarme para siempre su más inquebrantable estimación.
No, señor: lo iba á averiguar; pero como mi Pascual es tan celoso, tuve miedo. ¡Ah, qué hombre! Cuando se enfaa ... Lázaro estuvo un momento silencioso contemplando la bárbara efigie de aquella mujer, oráculo de su desventura. Después se hizo repetir las señas de la nueva casa, y salió. Ya la determinación de ir allí era inquebrantable, y antes hubiera muerto que dejar de hacerlo.
Lo que más seducía a la señorita de Elorza era la inquebrantable constancia de afectos que los protagonistas de aquellas novelas manifestaban siempre. Ya fuese varón o hembra, cuando una pasión amorosa les prendía no había que empeñarse en llevarles la contraria, porque todo era inútil.
Cuando Elena quedó sola, después que Núñez hubo marchado, se dirigió al salón donde se hallaba un magnífico retrato de su marido pintado por Pradilla. Lo hecho ya no tiene remedio, Germán... ¡Pero sabré pagar con la vida lo que he hecho! dijo en voz alta hablando con la efigie como con un ser vivo. Una resolución sombría, inquebrantable, animó sus ojos desde entonces.
La joven, con frases delicadas empapadas de ternura, le habló de su futuro hijo; un clavito que remacharía de modo inquebrantable la unión de sus almas. Aquel niño para el cual todo el mundo estaba ya trabajando en la casa, disiparía con su sonrisa inocente las nubéculas que sombrearan por un instante el amor de sus papas.
No, no iré... Yo no tengo derecho a entrar en vuestras casas. Sois los hijos, los sucesores de aquellos comerciantes de mi casta, viejos compañeros que antes morían que faltar a la honradez. No podría entrar en vuestras tiendas: soy el dueño de Las Tres Rosas, un quebrado, uno a quien embargan y que ningún comerciante honrado puede considerar como amigo.... ¡Ay, mi pobre tienda...! ¡Te has lucido, Eugenio! Sesenta años de honradez inquebrantable, llegar a una edad a que pocos llegan, y todo ¿para qué? Para ver desmoronarse en un día lo que tanto me costó de edificar.... Pero ¿en qué tiempos estamos? ¿Qué hombres son estos que se juegan el porvenir, la tranquilidad de la familia, que pierden la honra y huyen tan frescos? La maldita ambición de subir y el salirse de la esfera los pierde a todos....
Palabra del Dia
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