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Actualizado: 18 de septiembre de 2025
Fueran cuales fuesen su procedencia y su destino, el detalle inesperado componía muy bien donde estaba; y componiendo bien, no debía borrarse. Además, aquellos fondos, aunque bellos, eran demasiado para una mujer sola.
Antes de que Ester hubiera podido darse cuenta de lo que pasaba, y considerar lo que podía hacerse en vista de este nuevo é inesperado aspecto del asunto, se oyeron los sones de una música militar que se acercaba por una de las calles contiguas, indicando la marcha de la procesión de los magistrados y ciudadanos en dirección de la iglesia, donde, de acuerdo con una antigua costumbre adoptada en los primeros tiempos de la colonia, el Reverendo Señor Dimmesdale debía predicar el sermón de la elección.
Tardó en comprenderlo el guapo; pero recordando al fin, salió del atolladero lo mejor que pudo, aunque sin entregarse. Así se hallaban las cosas cuando un suceso inesperado y terrible vino á cambiar su faz por completo. Pontes, viendo cruzar desde la casilla un hombre que le pareció sospechoso aunque no llevase carga alguna, le ordenó detenerse.
Juanito husmeó en el ambiente algo terrible e inesperado, y se olvidó de todo, atento únicamente a conocer el misterio. Fue a preguntar, pero el señor Cuadros le atajó poniéndose en pie y avanzando con los brazos abiertos, con expresión paternal y desesperada. ¡Ay, hijo mío! Estamos perdidos. Ese Morte es un pillo.
Movióse otra vez el botalón, el viento cogió las velas á estribor é impulsó el asendereado barco en la nueva dirección que le ofrecía tan inesperado refugio. De uno á otro extremo de la anchurosa ría formaban las olas movible barrera coronada de espuma que se extendía, por el norte, hasta un elevado pico y por el sud hasta una punta baja y arenosa.
Agobiados por el dolor, vieron que la huerta venía repentinamente hacia ellos; y no protestaron, porque la desgracia necesita consuelo, pero tampoco agradecieron el inesperado movimiento de aproximación.
Al cruzarse una vez más la mirada de ella con la de Ferragut, éste creyó sentir el golpe en el corazón y el relampagueo en el cerebro que acompañan á un descubrimiento fulminante é inesperado... Conocía á aquella mujer; no recordaba dónde la había visto, pero estaba seguro de conocerla. El rostro no decía nada á su memoria, pero aquellos ojos se habían encontrado otras veces con los suyos.
Grande era, sin duda, el afecto de Antoñona por su niña, y viéndola tan enamorada y tan desesperada, no pudo menos de buscar remedio a sus males. La cita, a que acababa de comprometer a D. Luis, fue un triunfo inesperado. Así es que Antoñona, a fin de sacar provecho del triunfo, tuvo que disponerlo todo de improviso, con profunda ciencia mundana.
Hombres y mujeres parecían haber retrocedido a la infancia en esta vida de aislamiento y monotonía azul. A los postres, las damas saltaron nerviosamente en sus sillas, ahogando un grito de susto; muchos hombres se estremecieron, con la nerviosidad que despierta un estrépito inesperado.
Zalacaín la contempló absorto y luego abrió la puerta de la casa, la cerró despacio y, al encontrarse en la calle, se vió con un espectáculo inesperado. Bautista discutía a gritos con tres hombres armados, que no parecían tener para él muy buenas disposiciones. ¿Qué pasa? preguntó Martín.
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