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Actualizado: 27 de mayo de 2025


Toma, por distraerme un rato, por verte a ti, por ver a Estupiñá, figuras raras de la humanidad, excentricidades, tipos, como todo esto que yo llevo a Londres para los aficionados a lo característico y al color local. Guillermina daba suspiros. No quería incomodarse.

Una sola frase suya probará su inmenso saber en esa historia viva que se aprende con los ojos: «Vi a José I como le estoy viendo a usted ahora». Y parecía que se relamía de gusto cuando le preguntaban: «¿Vio usted al duque de Angulema, a lord Wellington?...». «Pues ya lo creo». Su contestación era siempre la misma: «Como le estoy viendo a usted». Hasta llegaba a incomodarse cuando se le interrogaba en tono dubitativo. «¡Que si vi entrar a María Cristina!... Hombre, si eso es de ayer...». Para completar su erudición ocular, hablaba del aspecto que presentaba Madrid el 1.º de Septiembre de 1840, como si fuera cosa de la semana pasada.

Cada clase hace las cosas á su modo; pero confieso que las vanidades de la feria me parecen mas excusables que las de las procesiones. Cristo y la Vírgen deben de incomodarse mucho en el cielo, al ver el modo como se les adora públicamente en la tierra. El primer tren de Sevilla a Córdoba. Un marques comunista. La provincia de Córdoba, Aspecto de la capital; su poblacion y su estadística.

A punto estuvo Thiers de incomodarse, pues la benevolencia de su amigo como que parecía preludio de una defección. Siguió Bringas desfogando su ira contra los progresistas, la Milicia Nacional, Espartero, sin olvidar el chas-cás; contra el titulado Himno de Riego, contra los llamados demócratas y todo bicho viviente, hasta que Pez, hastiado, llevó la conversación al asunto de su viaje.

Y cuando por las mañanas, al romper el día, le robaban el sueño el cencerreo del ganado que salía al pasto, los silbidos de los criados, las seguidillas de las mozas que iban á la mies, el toque al alba, los ladridos del perro, el cacareo de las gallinas y los relinchos del caballo, lejos de incomodarse, bendecía en sus adentros el instante en que se le ocurrió trocar el agitado torbellino de pasiones de la corte por el obscuro rincón de la vivienda de los Seturas.

Vístome y vuelvo á olvidar tan funesto día entre el corto número de gentes que piensan, que viven sujetas al provechoso yugo de una buena educación libre y desembarazada, y que fingen acaso estimarse y respetarse mutuamente para no incomodarse, al paso que las otras hacen ostentación de incomodarse, y se ofenden y se maltratan, queriéndose y estimándose tal vez verdaderamente.

Hasta la paciencia con que D. Valentín la sufría era odiosa á Doña Blanca, cual si implicase bajeza, gana de no incomodarse por no molestarse, desdén ó menosprecio. En balde procuraba Doña Blanca formar mejor opinión de su marido, á fin de respetarle, como reflexivamente conocía que era su deber: Doña Blanca no lo lograba.

Las muchachas, cogiéndose del brazo, marchaban tras él cantando con insolente sonsonete: ¡Ahí va! ¡Ahí va el tío del gabán! Los mozos reían la gracia y parecían dispuestos a apoyarla saludando con un cantazo al señorito si tenía el mal gusto de incomodarse. Maltrana dejó a la espalda esta alegría hostil y salió al campo. Pensaba visitar la cabaña de Zaratustra antes de ir a las Carolinas.

La irritaba que nadie pudiera prever sus enfados y rabietas, odios y venganzas; prefería incomodarse y enfurecerse por motivos de los que nadie esperase tales resultados, y desorientar al más experto observador quedándose fría, tranquila, impasible, ante injurias y daños que los demás podrían creer que la iban a sacar de sus casillas.

Palabra del Dia

ciencuenta

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