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Actualizado: 23 de junio de 2025


Cerca de la plaza Nueva ocurrió el deseado encuentro: ¡Viva la guardia civil! ¡Vivan las personas decentes!... Era Luis Dupont el que gritaba, en medio del silencio que imponían a la ciudad tantos fusiles en sus calles. Iba borracho: bien a las claras lo daban a entender sus ojos brillantes y su aliento fétido.

A la siete de la noche fueron llegando los convidados: primero, las divinidades menores, pequeños empleados, gefes de negociado, comerciantes, etc, con los saludos más ceremoniosos y los aires más graves, al principio, como si fueran recien aprendidos: tanta luz, tanta cortina y tanto cristal imponían algo.

Y se imponían: don Fernando y doña Brianda por su prestancia, fray Anselmo por su austeridad, doña Inés por su belleza y Guy por su donaire. Naturalmente, en las sobremesas de la antecocina se explicó el caso de la manera más natural. Doña Inés era la prometida del amo; venía a casarse con él. Don Fernando y doña Brianda eran sus padres. Fray Anselmo bendeciría la boda.

Sin embargo, el honor y la palabra dada me imponían límites que no pude ultrapasar. El contrato, á pesar de todo, quedaba aún suficientemente ventajoso para que un hombre dotado de alguna elevación de espíritu y animado de una verdadera ternura por su futura, pudiese aceptarlo con confianza. ¿El señor de Bevallan, sería hombre capaz de ello? Debimos correr riesgo.

Yo ni quiero ni puedo hacerlo. Hasta Madrid, donde nos dejó, las canas de mi anciano padre imponían a nuestras relaciones un sello tan casto y tan dulce a la vez, que es fácil no vuelva a sentir felicidad tan pura como entonces.

Así llegaban hasta la Mancha o Extremadura; y si los azares de la mala suerte les imponían el marchar a pie, buscaban refugio en las viviendas de los campesinos, gente crédula y risueña, que se extrañaba de sus pocos años, de su atrevimiento y su charla embustera, tomándolos por verdaderos lidiadores.

La situación de los moriscos que residían en Sevilla al terminar el siglo XVI era en verdad comprometida y en muchas ocasiones fueron tratados con la mayor crueldad por las autoridades y por el mismo pueblo. Mas como si fuesen pocos los castigos que se les imponían por la Inquisición y por otras autoridades, en el año de 1600 se vieron amenazados de un peligro que á todos ellos podía pesarle.

La aspereza, los ángulos frágiles de esa costa de guijarros, sus puntas y sus picos, sus entradas súbitas y abruptas, imponían á la tempestad saltos, botes, esfuerzos increíbles, torturas infernales. Rechinaba de blanca espuma, pareciendo responder con una sonrisa execrable á la ferocidad de las lavas que desapiadadamente la rompían.

Apenas cerrada la noche, cuando los trabajadores habían terminado su cena, muchos chiquillos y mujeres se encaminaban á la casa de Pirovani, sentándose en el suelo á alguna distancia de ella, para contemplar las ventanas, levemente teñidas de rojo. Si algunos niños impacientes empezaban á perseguirse en sus juegos, las madres les imponían silencio: ¡Callad, malditos, que la señora va á cantar!...

Su presencia causó una gran sorpresa; pero la austeridad de su semblante y su aire grave imponían tal respeto aún a sus más íntimos amigos, que nadie se atrevió a dirigirle la menor pregunta.

Palabra del Dia

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