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Actualizado: 18 de junio de 2025
Una de las pocas amigas que tenía vino un día a invitarla para asistir a cierta comedia casera. Esta amiga era a su vez invitada, pero tenía libertad para llevar a quien quisiese. Consultó el caso con su marido. Hallolo bien Mario y aun prometió acompañarlas si alguna ocupación urgente no se lo impedía. Como era domingo el día señalado, y por la tarde, no hubo inconveniente.
Y siempre te querré, siempre... Hasta puedo decirte que eres mi única amiga. Hay cosas extrañas; ni tú ni yo seríamos capaces de confiarnos nuestras cosas íntimas, y sin embargo sé que tú me comprenderías. ¡Qué inteligente y qué buena eres! ¿Buena? Y una gran emoción agitaba el alma de Adriana y le impedía responder a tales demostraciones de cariño.
Entraron en la habitación contigua, que era la de doña Gertrudis, la cual les aseguró que por allí no había parecido casta de Menino alguna, aun cuando ella tuviese en la cabeza una verdadera pajarera que le impedía sosegar un instante; y en su consecuencia pasaron al cuarto inmediato, que era el de Marta.
Su inocencia era un velo espeso, que nos impedía ver el riesgo que corríamos. En poco tiempo me contó una infinidad de cosas. Era de Jerez; no hacía más que un año que estaban en Madrid establecidos; su papá ocupaba un alto empleo; tenía dos hermanitos y una hermanita.
Allí abajo, sin embargo, estaba la lagartija. Giró nuevamente alrededor, resopló en un intersticio, y, para honor de la raza, rascó un instante el bloque ardiente. Hecho lo cual regresó con paso perezoso, que no impedía un sistemático olfateo a ambos lados.
Fria, endurecida, inerte ahora, y un momento despues surge de ella un raudal de fuego que nadie sospechara oculto en sus entrañas. ¿Qué ha sucedido? se ha removido un pequeño obstáculo que impedia la comunicacion con el aire libre, se ha presentado á la masa eléctrica un punto atrayente, y el fluido se ha comunicado y dilatado con la celeridad del pensamiento.
Llamar a Ricardo señor marqués era una de las bromas más picantes que Marta se autorizaba respecto a su futuro hermano. No estaba en la índole de su genio dirigir cuchufletas y epigramas. Los que salían de su boca alguna vez eran para disimular una caricia que su carácter reservado le impedía hacer abiertamente a nadie, ni aun a su misma hermana.
No lo había visto todavía, pero podía jurarse por lo que la «resquemaba», aunque no la impedía los movimientos, gracias a Dios. Venían provistas de labor para hacer más entretenidas las horas sobrantes alrededor del brasero. Mi tío las recibió con cuatro cuchufletas y algunos lamentos. Aunque vivo todavía, se daba por muerto ya.
Pero todo esto no impedía que las buenas huertanas se entusiasmasen ante su obra. «¡Miradlo!... ¡Si parecía dormido! ¡Tan hermoso! ¡tan sonrosado!...» Jamás se había visto un albaet como este. Y llenaban de flores los huecos de su caja: flores sobre la blanca vestidura, flores esparcidas en la mesa, apiladas, formando ramos en los extremos.
Cerca de ellos, al otro lado de la esquina de adobes, sonó un tiro, acompañado de un grito. El amigo de Manos Duras lanzó una blasfemia. Ya empieza el baile dijo armando su rifle y corriendo hacia el sitio donde había sonado la detonación. Rojas acababa de disparar su revólver contra el hombre que le impedía el paso.
Palabra del Dia
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