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¡Sois tan poco razonable! , es cierto, por haber gritado así por la portezuela; pero no por considerarme feliz al pensar que vamos a vivir solas las dos, en completa libertad. ¡Solas! No tan solas como os imagináis. Por lo pronto, hoy recibiremos dos personas a comer con nosotras. ¡Ah! es verdad, pero no me disgusta mucho volver a ver esas dos personas.

Mirad si imaginais algún remedio Para salir de tanta desventura, Porque este largo y trabajoso asedio Solo promete presta sepultura. El ancho foso nos estorva el medio De probar con las armas la ventura, Aunque á veces valientes, fuertes brazos, Rompen mil contrapuestos embarazos.

¿Os imagináis exclamó, que me caso con el notario por su cara? ¡Para eso me hubiera casado con mi primo Rodrigo, que, aunque menos rico, es mucho más guapo que él! Doy mi mano a M. L'Ambert porque es un hombre galante, que ocupa una posición envidiable en el gran mundo; por su carácter, sus caballos, su hotel, su talento, su sastre; todo en él me agrada y me encanta.

Creo que no hubiera encontrado inmensas dificultades. Pues bien, un día cometí la imprudencia de decir a Zuzie que el príncipe Romanelli, en último caso, me parecía aceptable. ¿No os imagináis lo que hizo? Los Turner estaban en Trouville; y con ayuda de ellos tramó el complot. Me hicieron almorzar con el Príncipe... mas el resultado fue desastroso. ¡Aceptable!

Sois de una constitución delicada, querida mía agregó con voz suave ; eso es lo que dice la señora de Winthrop. ¡Oh! yo soy más fuerte de lo que os imagináis, papá repuso Eppie , y si no hay bastantes piedras para cercar todo el jardín, servirán para proteger una parte. Después será más fácil conseguir palos u otras cosas para el resto. ¡Fijaos cuántas piedras hay alrededor de la cantera grande!

¿Cómo es eso? ¿Qué queréis decir? balbuceó la viuda presa de una súbita ansiedad. Es cosa resuelta; la señorita entrará en un convento. ¿En un convento? ¿En un convento de religiosas? Naturalmente. Parece que eso os agita violentamente. ¿Os imagináis quizá que cuando Elena no esté aquí, la condesa podrá despediros, no necesitando ya vuestros servicios?

De seguro que mira con mejores ojos á un soldado franco y alegre como yo, que nunca ofendió al vencido ni volvió la espalda al enemigo. Pensáis como podéis, y creéis decir bien, repuso Roger. Pero ¿acaso imagináis que no hay en el mundo otros enemigos que los guerreros franceses, ni más gloria que la que pueda alcanzarse combatiéndolos?

Y, en último caso, si el mundo nos causa espanto, permanecemos en casa. ¡Permanecer siempre en casa! ¡bonito porvenir! ¿Imagináis, por ventura, que han de venir las mujeres a buscarme a domicilio, en el estado en que me encuentro? ¡Os casaréis! He conocido a un teniente de coraceros que había perdido un brazo, una pierna y un ojo.

Dolly, muy perpleja al oír aquella expresión nueva, no se atrevió a llevar más lejos sus preguntas por temor de que la palabra capilla significara algún antro de maldad. Después de un instante de reflexión, dijo: Pues bien, maese Marner, nunca es demasiado tarde para cambiar de conducta. Si nunca habéis frecuentado la iglesia, no os imagináis el inmenso bien que os haría el ir a ella.

Catalina estaba en el jardín; hice sentar a Elena en una glorieta y entré en la casa con mi amiga, para que la señorita no oyera nuestra conversación. Entonces el señor de Bergmans se deslizó al jardín por una abertura de la cerca y habló con la señorita. ¿Y vos no sabíais que debía ir allí? ¿Y os imagináis que me vais a hacer creer eso? exclamó la condesa.