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La tenían sin cuidado los tumultos que se armaban a cada instante en la casa porque el angelito no comía, o se descalabraba, o tosía ronco, o se retorcía cárdeno y pataleaba con un dolor de tripas; las ponderaciones que de su imaginada hermosura se hacían delante de ella a parientes y amigos, que se guardaban muy bien de afirmar lo contrario, y hasta los injustos vituperios que se la enderezaban porque con sus juegos le quitaba el sueño, o no discurría cosa con gracia para entretenerle y alegrarle.

Perplejo más y más se encontraba Cervantes, que en aquella ocasión no imaginada, ni él se atrevía a ponerse ante doña Guiomar, ni podía hacerlo, ni había para qué hacerlo; que lo hecho hecho estaba, ni otro medio encontraba que casarse con Margarita, y por esto su vista con doña Guiomar no sólo no podía ser, sino que ni aun debía pensarse en ello.

Como la historia de Isaacs, ésta también según nos dice el autor en el prólogo fué «más vivida que imaginada». Alterando apenas ciertas fechas y ciertos nombres, nos relata una aventura propia. ¿Pueden acaso, las ajenas, contarse bien? Delgado no lo cree.

Como el Conde no había de desafiar y matar a todo Madrid, particularmente a las mujeres, la historia de sus amores con doña Beatriz, imaginada o real, pero bordada y comentada por todos estilos, circuló por tertulias, cafés, casinos y teatros.

Son la historia de un muchacho pobre; pobre muchacho tímido y crédulo, como todos los que allá por el 67 se atusaban el naciente bigote, creyéndose unos hombres hechos y derechos; historia sencilla, vulgar, más vivida que imaginada, que acaso resulte interesante y simpática para cuantos están a punto de cumplir los cuarenta.

Por medio del «séptimo arte», un autor puede en la misma noche contar su historia imaginada á los públicos de Nueva York, Londres y París, á las muchedumbres cosmopolitas de los grandes puertos del Pacífico á los árabes que llegan á caballo al aduar del desierto donde funciona el modesto aparato del cinematografista errante, á los marineros que invernan en una isla del Océano Glacial y entretienen sus noches interminables con el relato mudo de las novelas luminosas.

Allá dentro de esa molécula está lo que buscais; adelantad de continuo hácia su interior: no lo encontraréis, pero allí estáNo creo que la realidad en este caso desmerezca de la exactitud científica: la teoría mecánica ni imaginada ni concebida, no va mas allá.

Afirmacion de la existencia, real, ó posible, ó imaginada, de los objetos contados; negacion del uno con respecto al otro. La afirmacion, sin distincion, sin negacion, envuelve la identidad. Las dos ideas de identidad y de distincion entran en la del dos, y de todo número. Identidad de cada extremo para consigo; distincion de ellos entre .

Asia... los tirsos, la piel de tigre de Baco». Ana sabía mucho de estos recuerdos mitológicos y pronto había dejado de ver el pobre aparato escénico del teatro de Vetusta y las bailarinas prosaicas y no todas bien formadas, para trasladarse a la imaginada región de Oriente donde su fantasía, a medias ilustrada, veía bosques misteriosos, carreras frenéticas de las bacantes enloquecidas por la música estridente y por las libaciones de perpetua orgía, al aire libre. ¡La bacante! la fanática de la naturaleza, ebria de los juegos de su vida lozana y salvaje; el placer sin tregua, el placer sin medida, sin miedo; aquella carrera desenfrenada por los campos libres, saltando abismos, cayendo con delicia en lo desconocido, en el peligro incierto de precipicios y enramadas traidoras y exuberantes.... Mientras Visita recordaba de mala manera en el piano aquella humilde polka de Salacia, que tenía de bueno lo que tenía de copia, la Regenta dejaba bailar en su cerebro todos aquellos fantasmas de sus lecturas, de sus sueños y de su pasión irritada.

Rebientan por dezirle que es un impertinente, un tonto, y en fin, un mal poeta, mas enfrenalos al punto el temor de la imaginada cicatriz en el rostro, ó la memoria tremenda del bosque trasladado á sus espaldas. En suma, puestos en la ocasion del padecer, mueven con las recientes heridas á conmiseracion al propio imperante.