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Dos importantes viajeros, francés el uno, español el otro, envuelto éste en su capa, y aquél en su capote, venían dentro. Llegó el veloz carruaje a las puertas de Vitoria, y una voz estentórea, de estas que salen de un cuerpo bien nutrido, intimó la orden de detener a los ilusos viajeros. ¡Hola, eh! dijo la voz, nadie pase. ¡Nadie pase! repitió el español. ¿Son ladrones? dijo el francés.

Era la señal de que un nuevo cura había cantado su primera misa. Nunca he subido aquí dijo don Martín, sentándose al lado de Gabriel en unos maderos que no haya visto esas banderas. El reclutamiento eclesiástico no cesa jamás. Siempre hay ilusos para llenar sus filas.

Don Pompeyo, más abandonado cada día, se colocaba taciturno, como Jeremías podría pararse en una plaza de Jerusalem, se colocaba, abierto de piernas, delante de la mesa pequeña, la de carambolas, y largo rato contemplaba a aquellos ilusos que pasaban las horas de la brevísima existencia, viendo chocar o no chocar tres bolas de marfil.

Con tales antecedentes, creemos haber demostrado bastante que la revolucion no es obra de unos cuantos ilusos ó ambiciosos, sino del pueblo; que el pueblo no obra inconcientemented, arrastrado por esos pocos, sino obra con conciencia de lo que hace á impulsos de aspiraciones bien definidas.

, señor: es de los que sostienen las ideas más avanzadas contestó el sobrino, temeroso de pronunciar una palabra que ofendiera á su tío. Es ... no: era, debes decir, porque pasó á mejor vida. Cómo, ¿ha muerto? Le han matado dijo Elías con glacial indiferencia. Mira la suerte que aguarda á los locos, depravados, ilusos y perversos. ¿Ves? ¡Así castiga el pueblo á los que le engañan! ¡Oh!

Sin más apoyo que unos cuantos amigos tan ilusos como él, presentaba su candidatura á la presidencia, afirmando que era la «única candidatura civil». ¡Pero si ese muchacho es un loco! decía yo, extrañado de la preocupación de Castillejo . ¡Si no puede juntar más allá de un centenar de votos!... Ya que usted le hace el honor de tenerle en cuenta, voy á demolerlo con un artículo.

Eran aventureros que querían la guerra por la guerra; ilusos deseosos de fortuna; mozos del campo que, en su ignorancia pasiva, habían ido a las partidas como se hubieran quedado en casa a tener otros consejeros; almas sencillas que creían firmemente que en las ciudades quemaban y devoraban a los ministros de Dios, y se habían lanzado al monte para que la sociedad no cayese en la barbarie.

Yo podría hacer una lista negra de estos espíritus ilusos, devorados por el monstruo encantador de la literatura. ¡Intrépidos comedores de musarañas, que sois mis amigos antiguos, que habéis vivido a la sombra de la literatura pipas, melenas y chalinas y que vais cayendo poco a poco por el escotillón macabro del hospital!

Por su obsesión de escribir renunció a todo y sacrificó los cincuenta años de su vida. Todos sus artículos, sus versos, sus libros, no le produjeron una sola peseta, ni pusieron una sola hoja de laurel sobre su ataúd pardo y siniestro de hospital. A veces el arte es demasiado cruel; deidad y vampiresa exige hasta la última gota de sangre de sus pobres ilusos.

Con ellos dan pábulo á su falsa religion y aumentan el número de los ilusos cenobitas que huyen los placeres y se imaginan hallar la felicidad en el propio sacrificio.