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Ea, pues, quedad con Dios, señor Francisco dijo la dueña . No me hallo bien fuera de palacio; es ya tarde y está la noche tan obscura... ¿Os han dicho que llevéis contestación? No, señor. Pues id con Dios, doña Verónica, id con Dios. Voy á mandar que os acompañen. No, no por cierto: vengo de tapadillo; adiós. Dios os guarde. La dueña se envolvió completamente en su manto, y salió.

Id... su seno palpita... su ojo brilla, y el viento levanta su negra cabellera y deshoja su guirnalda de flores; después, murmuraréis a su oído: Amor mío... cuán dulce me será respirar esta noche a tu lado el perfume de los almendros... Y ella se lanza más vivamente aún, y su brazo os ha oprimido tan fuertemente que habéis sentido su corazón brincar bajo su mantilla.

Ornamentacion de una de sus puertas. id. Capilla de Villaviciosa. id. Puerta del Perdon. 271 Patio de la Catedral. 274 Plano de la Catedral. 279 Interior de la Catedral. 304 Puerta lateral de Sta. Marina. 349 Alamedas del Guadalquivir, con el puente y la Calahorra. 395 Iglesia de Sta. Marina. 397 Iglesia de S. Lorenzo. 398 Detalles: roseton de S. Miguel. 399 Torre de S. Nicolás de la villa. id.

Tal es el mundo ilusorio. Si sois aficionados á soñar, si soñando despiertos os complacéis en seguir la movible improvisación y el jugueteo de las nubes, id al Norte; allí veréis el espectáculo real y no menos fugitivo en la flota de los hielos movibles. En el camino que debe seguirse para llegar hasta ellos, presentan ese espectáculo, imitando todos los géneros de arquitectura conocidos.

Decid además á su majestad la reina que yo hallaré medio de entretener al rey largo tiempo, y adiós, é id, que urge, y que Dios nos saque en paz. Tengo yo tal fe en don Francisco de Quevedo, que he hecho á la letra lo que él me ha dicho. Habéis hecho bien dijo Margarita de Austria , y pues lo que está ahí doña Clara, que entre al momento. Salió doña Catalina y doña Clara entró.

Id tranquilo, tío, que como Dios me ha sacado de otros lances, me sacará de éste. Dios lo quiera. Id, id con Dios. El señor Francisco Montiño tiró la calleja adelante y tomó á buen paso el camino del alcázar.

Si queréis, pues, conocer monumentos de la Edad Media y examinar el poder y las formas de aquella célebre orden, id a Córdoba, donde estuvo uno de sus grandes establecimientos centrales de América. En cada cuadra de la sucinta ciudad hay un soberbio convento, un monasterio o una casa de beatas o de ejercicios.

Pues qué, ¿es el campo de las letras dehesa de pasto para toda clase de pecus, ó jardín frondosísimo donde sólo los más delicados ingenios pueden hallar deleites y amenidades? Id, cocineros del pensamiento, á condimentar vulgares sopas y no sabrosos platos; que no es dado á tan groseras manos preparar los exquisitos manjares que se sirven en el ágape de los dioses

Pues bien; alégrome de que estéis tan bien alentado... Pero por allí pasa la Dorotea, y os hace señas... id... que aquí os espero. Mas bien; cuando se acabe la función, y yo haya dejado á Dorotea en su casa, esperadme en las gradas de San Felipe. Pues hasta la noche. Hasta la noche.

¡Sálvelos Alah a entrambos! Por ahora le respondió gravemente el agradable capitán de la guardia africana , incorporaos e id, que si es preciso, ya se os avisará del cómo y cuándo habéis de tomar posición a cuatro patas con vuestros dignos cofrades.