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Actualizado: 26 de junio de 2025
Los doce cañones de estribor les vomitaron en la cara una granizada de piastras, con un estruendo espantoso. ¡Hurra! gritaron los piratas. Cuando el espeso humo se hubo disipado y se pudo apreciar el efecto de aquella andanada, no se vio ya a ningún inglés, a ninguno... Todos habían caído al mar o sobre el puente de la corbeta, todos estaban muertos o espantosamente mutilados.
¡Toma! ya ha terminado dijo Kernok ; el San Pablo se nos ha llevado nuestro dinero. ¡Viva el capitán Kernok, que da tan hermosas fiestas a su gente! gritó Zeli. ¡Hurra! contestaron todos.
Y él contestaba: Y en Veracruz velado. A ja jai, ¡qué regalo! Su monólogo constante era esta retahila de loro de puerto de mar: ¡A babor! ¡A estribor! ¡Buen viaje! ¡Buen pasaje! ¡Fuego! ¡Hurra, lorito! Yo encontraba en las palabras de aquel pajarraco verde un fondo de ironía que me molestaba.
De pronto, tomando con sus dos manos los brazos de su sillón, se enderezó tan alto como era; una llama guerrera brotó de sus profundas órbitas y exclamó con una voz sonora que me hizo extremecer: ¡Barra al viento, todo al viento! ¡Fuego á babor! ¡Atraca, atraca; arrojad los ganchos! ¡Con vigor! ¡Ya lo tenemos! ¡Fuego allá arriba! ¡Un buen escobajo! ¡Limpiad el puente! ¡A mí ahora! ¡juntos! ¡Sus! ¡al inglés, al sajón maldito! ¡hurra!
Luego se acercó al grupo que formaban los hombres de la partida alrededor de la chimenea. ¿No queréis alguna canción? dijo. ¿Qué canciones tienes? le preguntó el Estudiante. Tengo muchas. La de la mujer que se queja del marido, la del marido que se queja de la mujer, Pello Joshepe... Todo eso es viejo. También tengo Hurra Pepito y la canción entre amo y criado. Ese es liberal dijo Dantchari.
Pero Lorquin había hablado con sobrada ligereza; después de recorrer doscientos o trescientos pasos por el valle, los cosacos se apretujaron como una bandada de estorninos, describiendo un círculo, y con la lanza en ristre y la cara casi entre las orejas de sus caballos se lanzaron a todo correr contra los guerrilleros, gritando con voz ronca: «¡Hurra, hurra!» Fue un momento terrible.
Un momento después se oyeron, en la lejanía, clamores extraños, y el contrabandista, mirando a través del humo, vio una brecha sangrienta en las filas del enemigo. Agitó entonces los brazos en señal de triunfo, y los montañeses, encaramados en los parapetos, le respondieron con un hurra general.
Palabra del Dia
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