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Actualizado: 5 de septiembre de 2025


Pero, a pesar de mi ambición, os amo, madre mía; no... yo no quiero sino ser vuestro hijo. ¿Qué me importa un nombre? Mi corazón es tan grande como él de un rey... ¿Qué noble ha doblado nunca mi brazo? AZUCENA. , . ¿A qué ambicionar más? MANRIQUE. Aún no viene. AZUCENA. Pero sin embargo, estás muy triste... ¿Te devora algún pesar secreto? ¿Sientes haber nacido de unos padres humildes?

«¡Oh malicia, oh ingenio, hasta en los más humildes resplandecespensó don Juan y añadió en voz alta: Hablas como un libro. En seguida escribió estas líneas: «Cristeta: Esto y resuelto a que nos veamos. Si no me contestas, si no accedes a ello, pasado mañana, sin falta, me presentaré en tu casa. Date por avisada. Perdóname; pero ni puedo ni quiero estar más tiempo sin hablarte. Tuyo, Juan

Entretanto, Salvador Fernández, médico municipal de Villazón, había trasladado su residencia desde la villa al pueblo gracioso y pequeño de Luzmela. En plena posesión del cuantioso legado del amigo, Salvador no había pensado ni un momento en cambiar de vida ni alterar en nada sus costumbres humildes.

A más del grupo principal, compuesto de los más encumbrados personajes, formábanse corrillos de tonsurados humildes y seglares de poca monta.

Sus palabras, al contrario, sorprendieron a Golfín por lo recatadas y humildes, dando indicios de un carácter formal y reflexivo. Resonaba su voz con simpático acento de cortesía, que no podía ser hijo de la educación, y sus miradas eran fugaces y momentáneas, como no fueran dirigidas al suelo o al cielo.

Voy a poner la mesa... Tenga usted quietecitas las piernas, que necesito de ellas en este momento. Juntó las suyas con las del clérigo, extendió una servilleta por encima y fue colocando los víveres. Los frascos con el vino los puso en el suelo. Me parece que no habrá necesidad de que saque los tenedores, ¿verdad?... Seamos humildes. Comamos con los dedos.

Ha cambiado la vida en medio mes continuó . Parece que hayamos caído en otro planeta: nuestras habilidades antiguas carecen de sentido. Otros pasan á las primeras filas, los más humildes y obscuros, los que ocupaban antes el último término.

La indignación contra el grosero interruptor creció a tal punto con estas humildes palabras, que se oyen gritos amenazadores y muchos agitan los puños frente al sitio de donde había partido la voz. Alvaro Peña, el orador griego, más indignado que nadie, sube por fin a la cazuela y a pescozones y coces arroja al desgraciado Mechacan del teatro entre los aplausos del público.

Era para ellos un mártir de la nueva religión de los humildes y los oprimidos. Además, su inocencia le convertía en una víctima de la injusticia social, que odiaba cada vez más. Para ellos no había otra verdad qué la palabra de Gabriel. El campanero, más rudo y silencioso que los otros, era, sin embargo, el más audaz en la conversación.

En todos, desde los más altos hasta los más humildes, desde el General en Jefe del Ejército hasta el último marinero de la escuadra, ha tenido la República fieles y valiosos auxiliares, y todos, en su esfera respectiva, se han distinguido por igual. Y es que en todos alentaba el mismo espíritu patriótico de los días de gloria... es que en el pecho de todos latía el corazón mambí....

Palabra del Dia

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