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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Los dos jinetes sentían la honda emoción de una expectativa trascendental, temerosos de las consecuencias de una repentina resolución de los nobles brutos, y abrumados también por la actitud de intensa curiosidad con que eran observados por Baldomero, Hipólito, José, Águeda, el caballerizo, Juancito, los perros, las vacas y hasta las palomas que sobre los tirantes del techo inclinaban sus cabecitas como para mirarlos mejor.
Aquí está don Quirieleisón de Montalbán, valeroso caballero, y su hermano Tomás de Montalbán, y el caballero Fonseca, con la batalla que el valiente de Tirante hizo con el alano, y las agudezas de la doncella Placerdemivida, con los amores y embustes de la viuda Reposada, y la señora Emperatriz, enamorada de Hipólito, su escudero.
Tras del sirviente salieron al corredor Melchor y Lorenzo que por el ruido continuado de la lluvia sólo pudieron percibir los gritos de Hipólito llamando a los perros y los de Baldomero que por el corredor de sus piezas se dirigía a la caballeriza preguntando en voz alta: ¿Qué hay?...
Hipólito Cloquet queria que se distinguiese le preparacion, y preferia, siguiendo á Lange, Maza, Baumès, la tintura á la administracion interior del polvo de la sustancia.
No, ché, yo voy a quedarme para escribir a casa. Y yo también; ya te dije. Estoy por imitarlos, Baldomero, porque no escribo hace días. ¿Qué le parece que fuéramos mañana a ver la hacienda? Mejor que escriba mañana, don Melchor; de todos modos Hipólito saldrá tarde... y siempre tendrá tiempo... también puede escribir luego, a la noche, ¿no le parece? ¡Estoy tan cansado!...
Conque, ¿vamos, Baldomero? ...Cuando... quiera... don Melchor dijo Baldomero, que se había quedado contemplando a Ramona. Acompañados por Ricardo y Lorenzo se dirigieron a la caballeriza donde Hipólito palmeaba en la tabla del pescuezo al Platero, mientras lo tenía sujeto por una oreja. Aguarde que yo monte, don Melchor; ¡tenéselo, ché, Hipólito! ¿Por qué, Baldomero?
No habían andado dos leguas, cuando Baldomero exclamó: Pará, ché Hipólito; aquel hombre viene queriendo alcanzarnos. En efecto, era un peón de Garona, que al llegar próximo al break y antes de que su caballo se detuviera del todo, se arrojó de él, bajándole la rienda, y dirigiéndose a Melchor le dijo: Aquí le traía estos telegramas.
Hipólito, que marchaba respetuosamente detrás del grupo, se adelantó al llegar al extremo del andén pidiendo órdenes a Melchor: ¿Van a dar una vuelta, D. Melchor?... ¿o van al hotel?... ¿Qué opinan ustedes? Iremos a lavarnos dijo Ricardo. Me parece bien agregó Lorenzo, es muy temprano para pasear.
¡No hay que hacer de la vida un convidado de piedra, porque á lo mejor habla la sombra de D. Gonzalo! Mi mujer y yo hemos tenido un pesar grave. Á través de la más delicada reserva, entre palabras de consuelo con que el buen Lesperut se anima, hemos penetrado que su hijo Hipólito le ocasiona sinsabores profundos.
Momentos después de partir el break, la Pampita percibía claramente el repiqueteo del cascabel del cadenero y las voces de Hipólito: ¡Jiú!... ¡jiú!... ¡jiú!... Si Lorenzo y Ricardo habían salido hondamente entusiasmados con la visita a la «Pampita», ésta, había quedado más impresionada que en otros casos, ante la presencia de aquellos dos buenos mozos, gallardos y cultos.
Palabra del Dia
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