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Y , fiel a esta consigna Avisas al hombre cuando por tu lado pasa Con el sordo murmullo que produce el líquido, al caer en el recipiente. Y al que se detiene a contemplarte Le dices satisfecha: Este prodigio que admiras, obra de Dios es. Mis murmullos son el himno que constantemente elevo al autor de la Naturaleza. Yo siento en el corazón, ¡oh, fresca fuentecilla!

Al fin resonó el himno nacional de los Ingleses, esa invocacion cotidiana que hace un pueblo á su reina, representante de su gloria, sus derechos y sus tradiciones, en todos los mares y en todos los rincones del globo.

Terminado el himno, comenzó de nuevo y se repitió indefinidamente hasta los postres. El gobernador volvió a dirigir la palabra al público. A unos gobernadores les da por destituir ayuntamientos, a otros por llevarse los colchones que les pone la Diputación provincial. A éste le daba por la elocuencia. Y habló otra vez el gobernador.

Y me guardaré muy bien de condenar lo que hace el Papa; me limitaré a desear que no tengamos que cantar el miserere después del himno. Pero volviendo a esa mujer que tantos personajes han aplaudido, ¿piensa usted que esos necios aplausos la absuelvan de sus malos procederes y de su perversa índole? No sea usted tan justiciera, Rosita.

Byron era ya más célebre que Scott, Wordsworth, y Southey. Apenas hay ejemplo de un ascenso tan rápido a tan vertiginosa eminenciaMurió a los treinta y siete años, edad fatal para tantos hombres de genio. Coleridge, escribió a los veinticinco su himno del Amanecer, donde se ven en unión completa la sublimidad y la energía. Bulwer Lytton tenía hecho a los quince su Ismael.

Entre las muchachas Jonnes, se inició una tosecita que contagió todo aquel lado de la mesa. Carlos Tomás, desde un extremo de aquélla, alzó la mirada con tierna expectación. Va a cantar un himno. Va a rezar. ¡Silencio! ¡que es un discurso! Estas voces dieron vuelta a la sala.

Le vio cuando llegaba a Venecia para morir en el silencio de los canales, en aquella calma únicamente turbada por el golpe del remo, donde muchos años antes había creído perecer mientras escribía su Tristán, el himno a la muerte, pura y libertadora.

Así marchamos un cuarto de hora, conmovidos ya por un ruido profundo, solemne, imponente, que suena a la distancia. Es un himno grave y monótono, algo como el coro de titanes impotentes al pie de la roca de Prometeo, levantando sus cantos de dolor para consolar el alma del vencido... ¡Preparad el alma, amigo!

La torre de la catedral, poema romántico de piedra, delicado himno, de dulces líneas de belleza muda y perenne, era obra del siglo diez y seis, aunque antes comenzada, de estilo gótico, pero, cabe decir, moderado por un instinto de prudencia y armonía que modificaba las vulgares exageraciones de esta arquitectura.

Los Recuerdos de Buenos Aires, en que el proscripto rememora sus bellezas, sus glorias y sus desgracias, el Himno á los Mártires de la Libertad y su popularísima cancion del Inválido, pertenecen tambien á esta série, y tanto ellas como las anteriores justifican el juicio aventajado que á su respecto hizo Echeverría en 1846.