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Actualizado: 18 de mayo de 2025
¿Cómo? Maniatado para siempre, porque ya no podré combatir contra Vds. Me han desarmado con su hidalguía más que 115 con su valor. Sólo hemos hecho lo que merece Vd., Aliatar. Es Vd. uno de los más nobles de su raza. Les aseguro que mis soldados no volverán a invadir sus dominios. 120 Dicho esto, Aliatar saltó de su caballo, cogió de su brida a Leal y se lo presentó a Gómez de Aguilar.
Iceta y Haussonville contemplaban con desprecio aquel tropel de gente que se encaminaba hacia la iglesia. ¡Bestias! exclamaba Iceta dando puñetazos en la mesa . No quisiera más que poder ametrallarlos. El francés murmuraba como diciéndoselo a sí mismo: ¡España! ¡España! ¡Jamais de la vie! Mucha hidalguía, mucha misa, mucha jota, pero poco alimento.
Las anteriores paces se concertaron con los elementos de la confianza y la hidalguía por una parte, y el terror y la necesidad por otra, convenciéndose bien pronto los españoles de lo mentido de las promesas y la falsía de la sumisión.
La señorita miraba desde arriba, la pobre esperaba que yo la sirviese, como era justo y natural; pero yo experimenté entonces que en los españoles existe una mezcla de genio aleman y de genio romano; una mezcla de pensamiento y de fantasía, de concentracion y de ligera idealidad, que describe maravillosamente ese temperamento moral que nosotros llamamos hidalguía española. ¡Desdichado de mí! ¡Cuánto me resta que aprender! ¡Cuánto ignoro!
No obstante, continué luchando valerosamente...» Estas palabras, que atestiguan la noble abnegación del célebre comediante francés, no deben sorprendernos, porque ese heroísmo, que ha llenado la historia del teatro de anécdotas conmovedoras, es una flor de hidalguía que brota muy fácilmente en el impresionable y generoso corazón de los siervos de Téspis.
Pero aquellos que hace cinco lustros eran jóvenes, esos dirán que los mozos de entonces eran más felices que los de ahora; que aquella juventud aparentemente melancólica, plañidera y sentimental, valía más por la pureza del sentimiento y la hidalguía del corazón, que ésta de los actuales tiempos, tan alegre al parecer, y en realidad tan triste y desconsoladora, precozmente envejecida y prematuramente codiciosa.
Certificóme que era verdad. Yo, que conocí la casa, lo creo; dígolo porque no parezca encarecimiento lo que dije. Y volviendo a la lección, dióla, y decorámosla. Y proseguí siempre en aquel modo de vivir que he contado. Sólo añadió a la comida tocino en la olla, por no sé qué que le dijeron un día de hidalguía allá fuera.
Estas innobles guerrillas que dirige y exacerba el hambre, ó cuando mucho, la ambición de mando ó de destinos, no puede sufrirlas un día y otro día ningún hombre que aprecie en algo su hidalguía y sienta aún el rubor de su dignidad calentarle las mejillas cuando una torpe lengua ó una envenenada pluma le hieren en el sagrario de su honra; que ésta no transige, ni ser puede más que una, ora se albergue bajo el burdo ropaje del campesino, ora bajo los bordados ostentosos del hábito de un magnate.
Creía que yo no era como los demás, que era la caballerosidad, la hidalguía, la decencia, la nobleza en persona, el acabose de los hombres... ¡Nobleza, qué sarcasmo! Nobleza en la mentira; digo que no puede ser... y que no, y que no. ¡Decencia porque se lleva una ropa que llaman levita!... ¡Qué humanidad tan farsante! El pobre siempre debajo; el rico hace lo que le da la gana.
En las cosas de Salamanca, hay lo que antes se llama galanura, hidalguía, gentileza. Es como si dijeramos el fabuloso Montecristo de nuestra edad. Sí, tiene el sentimiento de la vida; pero no lo tiene en relacion con Dios y con el hombre, sino en relacion con sus deleites.
Palabra del Dia
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