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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Fortalecido en sus creencias se despidió de la Italia clásica y pagana, haciendo el retrato de Inocencio X. Quien seguramente ejerció en él cierta influencia, fue el Greco.

No pudo conocerle, pues murió en 1614 y Velázquez no salió de Sevilla hasta 1623: ni es de creer que el Greco, fuese a Andalucía o que allí viera Velázquez trabajos suyos, porque la impresión que éstos le causan no se refleja en las obras del maestro hasta mucho tiempo después: llega, sin embargo, un período en que es de todo punto indudable. Mas este influjo no degenera en imitación.

En lo que se refiere a Luis Tristán, si pudo ver algún trabajo suyo en Sevilla, claro esta que le admiraría como admiró más tarde al Greco de quien aquél era discípulo, pero no le tomó por guía. Fuese por instinto, fuese por convicción, no siguió dócilmente ningún estilo personal.

Además, aún vivía el Greco en Toledo , y en la sacra estupenda mole de El Escorial, según el pomposo lenguaje de la época, había cuadros de Tintoretto y del Ticiano; estímulos sobrados, y superiores al afán de medro, para que el artista quisiera emprender el viaje. «Deseoso, pues, de ver El Escorial declara Pacheco partió de Sevilla a Madrid, por el mes de Abril del año de 1622.

Sin embargo, quizás sea este el cuadro más discutido de Velázquez, hasta en lo que se refiere al color: pues al paso que unos críticos y pintores lo consideran como afeado por agrios contrastes y desentonos entre los rojos amarantados casi vinosos, y los azules intensos, otros creen que es la obra donde logró ser más colorista, mostrando su predilección por los maestros venecianos y su afición a la manera del Greco.

El Greco, era un colorista extraordinario, se complacía en contrastes tan enérgicos que parecen llegar hasta la disonancia; encontraba armonías tan delicadas que hacen posibles los efectos más opuestos; hay en él, tintas agrias atenuadas con pasmoso gusto y se distingue principalmente por un particular empleo del blanco ya puro y violento, ya amortiguado en matices grises que lo enlazan, funden y dulcifican todo.

Las composiciones y figuras del Greco son tan verdaderas, sobre todo en la expresión de las cabezas, que causan impresión profunda, pero revelan un espiritualismo exaltado de que no llegó a participar Velázquez: lo que en aquel pintor extraordinario y poco estudiado le sedujo, fue el color.

El retrato del Conde de Benavente, cuya armadura, banda y rostro recuerdan El entierro del Conde Orgaz, obra principal del Greco, es el cuadro donde esta influencia se ve más clara; pero en lo sucesivo esos grises persisten en los lienzos de Velázquez como un elemento nuevo ya para dar energía y realce a los negros, ya para quitarles dureza y pesadez, y siempre para imprimir a la tonalidad general un sello de placidez y elegancia incomparable.

Puede afirmarse que exceptuado el Greco, ningún otro artista contribuyó a enriquecer la paleta de Velázquez.

Como pintor rindió culto al gusto italiano y aunque nada suyo se conserva de mérito sobresaliente, fue muy apreciado en su tiempo, influyendo tal vez en esta estimación antes las prendas personales que las facultades artísticas: sus cuadros son más correctos pero tan fríos como sus sonetos. Trató al Greco en Toledo año de 1612 sin asimilarse ninguna de sus buenas cualidades.

Palabra del Dia

ancona

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