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Actualizado: 26 de junio de 2025
Y aunque no fuera más que eso, grandísimo zonzo... ha murmurado, cogiéndome del brazo para salir. En el camino hemos ido al Águila, a tomar el vermut me ha explicado bien claro tres cosas.
Pues diré que últimamente me paseaba sobre el grandísimo montón de tierra que yo había echado sobre aquellas penas sepultadas.... Algunas veces no iba segura, porque me parecía que sentía moverse debajo de mis pies la tierra... pero yo, valiente como debía serlo, daba golpes con los pies y todo se quedaba entonces quieto.... ¿Ve usted qué pamplinas?...
Esto no podemos imaginar sin que nos hagamos reos de lesa majestad con el grandísimo agravio con que se herirán sus corazones cristianos y Reales con el pensamiento de tan temeraria presunción.
Le había visto al salir de misa y subiendo a la Glorieta, y en la Glorieta misma, arrimado a la sevillana, y en gran intimidad con ella algunas veces. ¡El grandísimo pazguato que jamás tuvo dos palabras al caso para pagarla las muchas con que ella le había buscado la lengua en más de cuatro ocasiones!
Sabía pormenores de cuantas batallas, combates, encuentros y marchas hicieron ambos ejércitos desde las primeras intentonas de don Carlos María Isidro hasta el abrazo de Vergara; así que, por los meses en que da comienzo la acción de este relato, seguía con interés grandísimo el segundo importante alzamiento de los absolutistas, a quienes llamaba siempre facciosos, porque esta palabra le parecía envolver algo ofensivo.
A las tres de la mañana llegó un indio, despachado de Lincon, con la noticia que habian bombeado á los indios, que fuesemos cuanto antes; y efectuándolo, marchamos inmediatamente, aunque con grandísimo trabajo por los muchos médanos y arena suelta que habia.
Es cierto que cualquiera me dirá para contestarme que Zola no escribe para que le lea Perícles, sino para que le lean los hombres del día. Y como los hombres del día gustan mucho de sus novelas, Zola tiene grandísimo mérito, y lo que yo digo, nada prueba en contra. Mi réplica es clara. Yo no quiero inferir ni infiero nada contra el mérito de las novelas de Zola.
Capítulo LXIV. Que trata de la aventura que más pesadumbre dio a don Quijote de cuantas hasta entonces le habían sucedido La mujer de don Antonio Moreno cuenta la historia que recibió grandísimo contento de ver a Ana Félix en su casa.
Cercábanlos unos cincuenta Orejones desnudos, y armados con flechas, mazas y hachas de pedernal: unos hacian hervir un grandísimo caldero, otros aguzaban asadores, y todos clamaban: Un jesuita, un jesuita; ahora nos vengarémos, y nos regalarémos; á comer jesuita, á comer jesuíta.
Y esta tarde, como te vi hacer tantas cosas, y que te llaman el perro sabio, y, también, como alzaste la cabeza a mirarme cuando te llamé en el corral, he creído que tú eres hijo de la Montiela, a quien con grandísimo gusto doy noticia de tus sucesos.
Palabra del Dia
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