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Actualizado: 17 de septiembre de 2025


Y el joven la vio cómo se abría paso entre el gentío, seguida de las dos campesinas; como se detenía ante los puestos, acogida por una sonrisa amable de los vendedores cual parroquiana que no regateaba jamás; cómo se interrumpía en sus compras para acariciar los niños sucios y aulladores que las pobres mujeres llevaban al brazo, sacando de su cesta las mejores frutas para dárselas.

Y obsesionada por estos recuerdos, doña Manuela permanecía inmóvil en la esquina, como asustada por el gentío, sin fijarse en las miradas poco respetuosas que alguno que otro transeúnte le dirigía.

El Barbas corría hacia el gentío, dando gritos de entusiasmo. ¡Duro, duro! ¡No comenzaba mal la cosa!... Quiso ir el doctor hacia el ensanche, pero se detuvo, viendo que la muchedumbre, lentamente, avanzaba su pesado oleaje con dirección al Arenal. La caballería, impotente para contenerla, se limitaba á ir con ella, creyendo evitar así mayores desmanes.

Fermín Montenegro descendió de otro coche con don Ramón, el jefe del escritorio, y los dos se alejaron a un extremo de la explanada, como si huyesen del autoritario Dupont, que en medio del gentío daba órdenes para la fiesta y se enfurecía al notar ciertas omisiones en los preparativos. La campana de la capilla comenzó a voltear en su espadaña, dando el primer toque para la misa.

En la calle había también apiñado gentío, entre el cual vi a uno de esos individuos que se aparecen como llovidos en toda escena de agitación popular, dispuestos a echar el peso, no de su autoridad, sino de sus garrotes, en la balanza de las contiendas políticas. ¡Desgraciado Teneyro, desgraciado Ostolaza! ¡Qué ovación les esperaba!

El Maestrico había marchado el día anterior á Bilbao para comprar algunos regalos á la novia y, al regreso, el amante y su padre le habían esperado en el camino. Aresti oyó unos gemidos á su espalda. Entre el gentío, un minero viejo se llevaba las manos á los ojos. Antón... pobre Maestrico. ¡Matar á un hombre así! ¡Tan bueno!... ¡tan trabajador!

Cuando los últimos fardos se perdieron en las calles de Torresalinas, comenzó la rapiña en la barca. El gentío se llevó las velas, las anclas, los remos: hasta desmontamos el mástil, que se cargó en hombros una turba de muchachos, llevándolo en procesión al otro extremo del pueblo. La barca quedó hecha un pontón, tan pelada como usted la ve.

Y cuando el cerril retoño estaba más encantado en la contemplación de una maravilla nunca vista en el lugar, el autor de sus días se escurría entre el gentío, y al volver el muchacho en , ya el padre salía montado en el macho por la Puerta de Serranos, con la conciencia satisfecha de haber puesto al chico en el camino de la fortuna.

Pero cuando su alegría subió de punto fue al ver que algunos chicuelos, escondidos entre los biombos, tiraban de cuerdas, poniendo en movimiento a los monigotes. ¡Qué gracioso era aquello...! Las dos hermanas reían contemplando las contorsiones del señor del tupé, que a cada movimiento de batuta parecía próximo a partirse por el talle, la rigidez automática y grotesca con que los bebés tocaban en sus instrumentos una muda sinfonía, que causaba gran algazara en el gentío.

Aproxímase el gentío, y percíbese con claridad un pregon que va diciendo: «Así será castigado quien se burlare de nuestro profeta y de su religionEl objeto del triste anuncio es un hombre á quien conducen en medio de aquella frenética multitud, desnudo, montado en un asno con el rostro vuelto á la cola del animal, cargado de cadenas, y tan estropeado á fuerza de azotes, que mas parece muerto que vivo.

Palabra del Dia

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