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Actualizado: 26 de julio de 2025


Si su persona y su carácter no desagradaban a la jovencita, ¿qué importaba la diferencia de edad? ¿La experiencia que había adquirido con los años, no hacía de él un partido más conveniente que tantos otros?... Pero sobre todo, la amistad que lo unía al padre, ¿no era una garantía de que consagraría toda su vida a hacer feliz a la hija?

Esto es una garantía de que nunca nos cansaremos el uno al lado del otro, ¿no es verdad?

Pero entonces ¿qué garantía tenemos de que no es un rústico diestro en el manejo de las armas, ó un palafrenero disfrazado con el arnés de su amo, cuando no un noble deshonrado con quien no se dignaría combatir ninguno de mis caballeros? ¡No hay tal, señor, lo juro por lo más sagrado! dijo el escudero con vehemencia.

Esa convención fue solemnemente desaprobada en Bogotá; pero Colombia, comprendiendo, a mi juicio bien, sus conveniencias, tira son épingle du jeu, y dejó frente a frente a la Inglaterra y a la Unión, manifestando, por lo demás, merced a la voz de su prensa y a la palabra de sus oradores en el Congreso, sus simpatías indudables por la garantía unida, propuesta por la Inglaterra.

En sentir de D. Acisclo, era menester saber si en Madrid había dejado relaciones amorosas, si era jugador o calavera, si tenía algún hijo natural y otros pormenores por el estilo. Doña Luz contestó que le indignaba tal espionaje; que su amor a don Jaime era la mayor garantía del valor de D. Jaime: que si ella dudase de él no le amaría; y que amándole, ella misma se ultrajaba, dudando de él.

Tu misma moralidad para este asunto de los dineros, en vez de ser una garantía, es un indicio claro del peligro que corremos, si te lo prestamos, de no volverlos a ver nunca. , hija mía interpuso don Ramón ; si en este caso me hipotecases tu inmoralidad en vez de hipotecarme tu moralidad, estaría yo más seguro de cobrar el dinero.

Es una garantía. ¿El ser moreno es una garantía? dije dando una carcajada. ¡Ah! querida abuela... Y aprovechando la alegría que se leía en el semblante de la buena señora, cambié bruscamente de conversación. ¿Sabes dije, que las leyes, según este librote, se acordaban en otro tiempo con la religión para condenar el celibato?

Diógenes, por el contrario, vivía en una modesta maison meublée, y sentábase de diario a la primera mesa que hallaba puesta, sin esperar a que le invitasen, por cierta especie de derecho de cuchara que garantía su poquísima vergüenza, por una tradición constante que la inveterada costumbre había convertido en ley escrita en las pandectas de la capigorronería madrileña.

Por lo pronto, en esta vida disfrutaba ya la piadosa y optimista pareja de un anticipo, casi garantía, de lo que había de ser su futura posición en el empíreo. Curas, frailes y hasta el señor obispo los visitaban, los adulaban, los mimaban, y, en definitiva los trataban como a presuntos bienaventurados de la clase más distinguida.

Pero, si los americanos encontraban cómodo el tratado cuando se trataba de factorías insignificantes o islotes diminutos, no juzgaron lo mismo respecto al futuro Canal de Panamá y denunciaron listamente el tratado, reclamando la garantía exclusiva de la libre navegación y neutralidad del Istmo, para mismos.

Palabra del Dia

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