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Fuése en busca de ellos y encontró á muchos en la puerta del casino subiendo á los coches, con el deseo de huir de allí cuanto antes, como si el suelo les quemase las plantas. En el desorden de la fuga parecían marchar á tientas, sin fijarse en él. Dentro del casino encontró al Chiquito tendido en una banqueta, envuelto en una manta, sudoroso y pálido, con el aspecto de un niño poseído de terror.

Y esta fuga había sido á través de la Naturaleza en fiesta, en el más opulento de los meses, cuando la tierra estaba erizada de espigas, cuando el cielo de Agosto era más luminoso y los pájaros saludaban con su regocijo vocinglero la opulencia de la cosecha. Revivía la visión del inmenso crimen en aquel circo repleto de muchedumbres errantes.

Leed la Gaceta Mercantil, y podréis juzgar del rumbo semibárbaro que tomó desde entonces la Prensa de Buenos Aires. Facundo se fuga para Buenos Aires, no sin fusilar antes a dos oficiales suyos, para mantener el orden en los que le acompañan. Su teoría del terror no se desmiente jamás: es su talismán, su paladión, sus penates. Todo lo abandonará menos esta arma favorita.

Tu fuga me hizo ver una decadencia y una miseria que tenía olvidadas. Pero aun así, ¡gracias, muchas gracias! Te debo la única felicidad que he conocido. Vivía ella embrutecida por el desaliento, resignada a no conocer otra vez el amor, encanto de la existencia.

Hablaba con sus compañeros de mesa, pero sin apartar la atención del exterior, con el hábito de vivir a todas horas pronta a la resistencia o a la fuga, cifrando su honra en no ser sorprendido nunca. Cuando acabó de comer aceptó de Potaje un vaso más, el último, y quedó con una mano bajo la mandíbula, mirando hacia afuera, entorpecido y silencioso por la digestión.

Viendo la caballeria del enemigo, dividido en tres partes el ejército de los indios, con un movimiento rápido cortó á la que retrocedia de la que peleaba, y así un trozo, siguiendo á los rendidos, los puso en fuga, y mató: mas, la otra, unida con la infanteria por la retaguardia, atacó á los que peleaban, y con ferocidad los destrozó; y finalmente, con dificultad hizo cesar el General la matanza.

Aleteaban lo mismo que enormes libélulas; abríase su tropa en varias direcciones formando abanico, y así volaban a gran distancia a ras del Océano, trazando sobre él restos y sutiles surcos, hasta que el cansancio de la fuga los obligaba a sumergirse otra vez.

Y comentaba con alegría infantil los relatos maravillosos de los periódicos: combates de un pelotón de franceses ó de belgas con regimientos enteros de enemigos, poniéndolos en desordenada fuga; el miedo de los alemanes á la bayoneta, que les hacía correr como liebres apenas sonaba la carga; la ineficacia de la artillería germánica, cuyos proyectiles estallaban mal.

Ya abandona su guarida y corre como un gamo. ¡Tirad! Así era en efecto, porque al oir el negro las voces del corregidor y verse descubierto, emprendió la fuga á todo correr. Apunta dos varas á la derecha, muchacho, dijo un ballestero veterano, inmediato á Roger. No, apenas hay viento; con vara y media basta, contestó su compañero, soltando la cuerda de su ballesta.

Los chicos, que en estas cosas suelen ser más diligentes que los hombres, indicaban la dirección que siguió Pecado en su fuga. Las opiniones eran diversas. Unos decían que se había refugiado en la Quinta de la Esperanza; otros que había tomado por la vía férrea adelante.