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Actualizado: 3 de mayo de 2025


Además de los gigantes y danzas, irían doce niños con las hachas delante del guión y la música de la Catedral, conviniendo las partes otorgantes en que el gasto que causasen los dos ministríles que acompañarían los pasos, según la primera escritura, se convertiría en mayor cantidad de fuegos artificiales que se quemarían durante la procesión.

Los últimos fuegos del moribundo sol fulguraban en la tranquila ciudad, en los azulejos de las cúpulas, y de los campanarios, y espejeaban en las vidrieras, y prestaban brillos argentados al Pedregoso. Las aves volvían raudas a sus nidos, millares de pajarillos cantaban en los matorrales de la colina, y el viento susurraba en las gramíneas.

Agradablemente pasaron, pues, la velada, y fueron de los que más gozaron en ella, sin perdonar los fuegos con los que la velada terminó, y que estuvieron espléndidos. Los galanes, ya cerca de la una, acompañaron a ambas Juanas hasta la puerta de su casa. Cada mochuelo a su olivo, como suele decirse.

Así, con ocasión de la fiesta que hizo en su obsequio el duque de Medina-Sidonia en su posesión de campo el Hato de Doña Ana, cerca de Sanlúcar, dice: «Lunes á 18 de marzo, tuvo S. M. los mismos entretenimientos de bosque y Comedias, que los demás dias;» y de Granada se dice: «La noche del Domingo de Pascua de Resurreccion, á 7 de abril, huvo en la ciudad muchas luminarias, y en la puerta que llaman de Guadix muchos fuegos, y huvo Comedia en la Alhambra

Poco más adelante, enfrente, se ven doce altísimas rocas, alegres á la vista, excediendo naturaleza á la hermosura del arte. Aquí empezaron los Guaycurús á encender fuegos y hacer humaredas, que son los correos volantes para avisar á los pueblos circunvecinos de que andan por allí enemigos.

¡Cómo! ¿Bajó usted a la prisión? . ¿Y el Rey? Fue herido por Dechard, a quien di muerte, y espero que el Rey viva. ¡Necio! exclamó Ruperto jovialmente. Otra cosa hice. ¿Y fue? Perdonarle a usted la vida. Me hallaba detrás de usted en el puente, revólver en mano. ¡Digo! ¡Pues estuve entre dos fuegos! ¡Apéese usted le grité, y luche como un hombre!

Culpa del vino, de nuestras exageradas libaciones á los dioses, que hoy han sido sin agua... ¡Mire usted! Y señaló con una gravedad cómica las dos botellas vacías que ocupaban el centro de la mesa. Había cerrado la noche. En el cielo obscuro parpadeaban los infinitos ojos de la luz sideral. La taza inmensa del golfo reflejaba sus destellos como helados fuegos fatuos.

Despierta inmediatamente á Manolete y le das este fusil y que suba al corredor de la cocina de arriba para que, en todo caso, sus fuegos se crucen con los de Regalado. Despierta también á Linón y dale este trabuco y que me siga á la huerta. Yo voy en descubierta para ver si flanqueo al enemigo y le tomo por retaguardia.

Después solía tomar una almohadilla con algo de costura, y a cada instante volvía la cabeza hacia la otra tienda para decir: «Rumalda, sube y tráeme el dedal...». Más tarde: «Rumalda, la seda negra que está en mi costurero...». En la buñolería, que a eso de las diez apagó sus fuegos, estaba la de los parches al frente de sus menguados despachillos de escarola, perejil y lechugas.

Las estrellas desde el cielo nos hacían guiños, como si nos invitasen a gozar apresuradamente de aquellos momentos felices, que no habían de volver. A lo lejos sólo se veían, como fuegos fatuos, los faroles de los serenos. Llegamos por fin a casa.

Palabra del Dia

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