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Actualizado: 13 de junio de 2025
Don Leandro Fernández de Moratín, que visitó á Sevilla por entonces, así lo consigna, y otros escritores de la localidad hacen memoria en diversos trabajos de lo ameno del paseo y de la multitud que á diario lo frecuentaba.
La de Núñez, más disipada; frecuentaba más el Casino que el Ateneo, tenía queridas y gastaba mucho dinero, sin que se supiese de dónde procedía, pues hacía años que pintaba poco. Tristán sonrió, avergonzado de aquellas extemporáneas lamentaciones. ¿Y qué tal lo has pasado ayer en el Escorial?
Bendito sea por siempre jamás. Amén. Es verdad; Dios obra verdaderos milagros con él, porque hace falta en el mundo. ¡Oh, Dios mío, qué sería de mi alma si estos santos misioneros no hubieran llegado a abrirme los ojos! Aunque la hayan ayudado mucho en el camino de la salvación, antes de que ellos viniesen ya era usted muy buena y frecuentaba los sacramentos...
En las tertulias que frecuentaba y bailes a que asistía, así como en los casinos y centros de reunión masculina, no digamos que desentonaba; pero tampoco se distinguía por su ingenio, ni por esa hidalga mezcla de corrección y desgaire que constituye la elegancia verdadera.
Era un aficionado ardoroso de este ejercicio, en parte porque conociendo su carácter temía a cada instante verse obligado a acudir al terreno del honor; en parte también porque había mostrado desde el principio excepcionales disposiciones para él. Frecuentaba asimismo las salas de armas, pero aquí sus éxitos habían sido muy inferiores.
Ya no frecuentaba tanto a Gustavo Núñez porque a éste le agradaban más los apartes con las damas que las reuniones con los hombres aunque fuesen literatos. Sin embargo, alguna vez paseaban o comían juntos. El pintor no había dejado de visitar la casa de los recién casados aunque estaba seguro de que no era santo de la devoción de la señora.
Según mis noticias y ya sabe Vd. que todo lo averiguamos cuando es cosa de interés la señorita de Ágreda ha reñido con su hermano de Vd., o mejor dicho; están en absoluto cortadas las relaciones entre ambos, y esto a Vd. se le debe. Hice lo que pude, sin que me costara gran trabajo. Me bastó decirla que Pepe frecuentaba la casa de otra mujer.
Arturito Galeolo era un chico que frecuentaba las mejores casas y las peores mujeres de la corte: tenía dos hermanas jamonas muy guapas, extravagantes en el vestir, de conducta dudosa y a quienes acompañaba a todas partes.
Bajando la escalera de cierta casa que frecuentaba mucho, se rompió una pierna. Se dijo que el marido de la señora, cuya era la casa, le había ayudado a caer, por no estar de acuerdo enteramente con la hora y la ocasión de sus visitas; pero al instante las buenas almas de Peñascosa se apresuraron a sofocar este rumor sacrílego.
Frecuentaba la casa, los acompañaba algunas veces en sus paseos, les demostraba un afecto paternal y les prestaba los servicios que podía y en todo caso el auxilio de su experiencia. ¡Cuántas veces, sorprendiendo sin querer alguna caricia furtiva, se le rasaron los ojos de lágrimas recordando los contados días de su dicha conyugal! Mario lo observaba y le hacía una seña a Carlota.
Palabra del Dia
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