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Actualizado: 14 de junio de 2025


Con esta mujer empieza la historia del Teatro francés en el siglo XIX... Es Octavio Mirbeau, antes que nada, un gran descontento, un atrevido removedor de ideas, un «profesor de energías», que diría Barrés, y también un filántropo.

En las habitaciones, en la estructura de las casas y en casi todas las manifestaciones sociales, se ve patente la invasión de lo frances, la modificación que produce el contacto frecuente con el extranjero. Santander no tiene monumentos que merezcan mencion especial: su Catedral, sin ser despreciable, no es realmente una obra artística. Allí lo que interesa es el movimiento comercial é industrial.

Y una comedia que medio traduje de cualquier modo; pero como en aquel tiempo nadie sabía francés, pasó por mía: me dio mucha fama. Una novelita traduje también... ¿Qué más?

Al caminar, se da cuenta de algo que no ha visto antes, cuando le acompañaba el coronel. La bandera de los Estados Unidos flota sobre todos los edificios. Hay en la vía pública tantos rótulos en inglés como en francés. Soldados americanos por todas partes. El uniforme de Lubimoff y los de otros combatientes franceses se pierden en la gran inundación de hombres vestidos de color mostaza.

Sus muebles y alhajas serían vendidos en Alemania. Podía hacer una reclamación al gobierno francés para que le indemnizase después de la derrota: sus parientes de Berlín apoyarían la demanda. Desnoyers oyó con espanto tales consejos. ¡Qué mentalidad la de aquellos hombres! ¿Estaban locos ó querían reirse de él?...

Dos meses después del casamiento de la señorita de La Treillade con el barón Julio Grèbe, Fabrice y su mujer, acompañados de los señores de Aymaret, fueron una noche al teatro Francés.

Pero al fin, consolémonos de nuestro aislamiento en el rincón occidental, reconociendo en familia que nuestro arte de la naturalidad con su feliz concierto entre lo serio y lo cómico responde mejor que el francés a la verdad humana; que las crudezas descriptivas pierden toda repugnancia bajo la máscara burlesca empleada por Quevedo, y que los profundos estudios psicológicos pueden llegar a la mayor perfección con los granos de sal española que escritores como D. Juan Valera saben poner hasta en las más hondas disertaciones sobre cosa mística y ascética.

A veces, galopando en compañía de Desnoyers por sus campos interminables, no podía reprimir un sentimiento de orgullo: Diga, gabacho. Según cuentan, más arriba de su país parece que hay naciones poco más ó menos del tamaño de mis estancias. ¿No es así?... El francés aprobaba... Las tierras de Madariaga eran superiores á muchos principados. Esto ponía de buen humor al estanciero.

En una de esas peleas de reyes andaba por Anam un obispo francés, que hizo creer al rey vencido que Luis XVI de Francia le daría con qué pelear contra el que le quitó el mando al de Anam: y el obispo se fue a Francia con el hijo del rey, y luego vino solo, porque con la revolución que había en París no lo podía Luis XVI ayudar; juntó a los franceses que había por la India de Asia: entró en Anam; quitó el poder al rey nuevo; puso al rey de antes a mandar.

Mozo, no subo aun cuando estemos, le respondí en francés. En esto apareció un caballero ... digo mal, no apareció; nosotros llegamos á divisarlo por entre las barandas doradas del otro piso, es decir, del piso quinto. Aquel caballero, amo del hotel Español, tuvo la bondad de bajar adonde nosotros estábamos.

Palabra del Dia

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