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Actualizado: 2 de julio de 2025


Cuando va a examinar las obras, parece que hasta las mulas de los carros la conocen y tiran más fuerte para darle gusto... Francamente, yo que siempre creí que el tal edificio no era factible, voy viendo... «Milagro, milagro» apuntó D. Baldomero en marcha hacia el comedor. ¿Y ? preguntó Juan a su consorte al quedarse solos . ¿Almuerzas aquí o allá? ¿Quieres que aquí? Almorzaré en las dos partes.

Debemos ayudarnos los unos á los otros en nuestras desgraciasAsí pensé; sólo que con la batahola que hay en casa, no tuve tiempo de venir ni de contestar.... Pero hoy, aunque estaba medio muerto de pena, dije: «Voy, voy al momento á sacar del purgatorio á ese buen amigo D. Juan...» y aquí estoy para decirle que aunque me debe usted setenta y tantos mil reales, que hacen más de noventa con los intereses no percibidos, y aunque he tenido que darle varias prórrogas, y... francamente... me temo tener que darle alguna más, estoy decidido á hacerle á usted ese préstamo sobre los muebles para que evite la peripecia que se le viene encima.

Venían viajando sobre catorce millones en oro apilados en la bodega; y por si no bastaba tanta riqueza, él había dormido todas las noches junto a una señora millonaria, cuya presencia en el trasatlántico muy pocos conocían. ¿La ha visto usted? preguntó Ojeda, francamente interesado por esta noticia. No pienso verla: no me tienta la curiosidad.

A él le salvó su naturaleza, francamente refractaria a vivir bajo fanales. Nunca fue niño mimoso ni asombradizo, aunque muy avaro del calor del hogar y de la familia.

El autor ha tomado los suyos, y los amigos, que han comido con él, le tranquilizan, asegurándole que si el drama fuera malo se lo hubieran dicho francamente en las repetidas lecturas que se han hecho previamente en casa de éste o de aquél. Todo lo contrario: se han extasiado: y no es decir que no lo entiendan.

A pesar de sus notables prendas, doña Casta no le veía con buenos ojos, porque la crítica, francamente, como oficio para mantener una familia, no le parecía de lo más lucrativo. Pero Olimpia estaba muy apasionada; leía todos los artículos de su novio, que este le llevaba recortados de los periódicos y pegados en cuartillas, y con esta lectura se iba ilustrando considerablemente.

Allí establecía de una vez si el viento era entablado o simple vahajillo, si era francamente a la estrella o se inclinaba al cuarto cuadrante; si el semblante estaba calimoso o cerrado; si la mar estaba picada o de leche; cuánto tiempo duraría todo esto; qué viento apuntaría al mediodía; si la mar sería gruesa a la tarde o abonanzaría, etc., etc.

Pues si ha de pasar uno malos ratos antes de acostumbrarse, francamente, no merece la pena. Vea usted cómo con la música italiana no acontece eso y gusta desde el primer día. ¡Claro, porque la mayor parte de la música italiana no es más que una tonadilla que se acompaña con cuatro guitarras! ¡Calle usted, hombre, calle usted!

Francamente, naturalmente, les vi salir con pena. El día que salieron, la ciudad alta parecía una plaza amenazada de bombardeo. No había en toda ella más que mudanzas, atropellado movimiento de personas y un trasiego colosal de muebles y trastos diversos. Por las oscuras calles no se podía transitar.

El joven se inclinó con respetuoso dolor: Aunque mi sinceridad aflija á usted, miss Maud, voy á obedecerla hablando francamente. Estoy conmovido hasta lo más profundo de mi ser por su generosa y caritativa afección. Usted ha sido impulsada, cosa digna de una mujer, por la obra de dulzura y de piedad que desea realizar cerca de un desgraciado.

Palabra del Dia

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