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Actualizado: 24 de julio de 2025


Observándole de lejos, el español pudo ver cómo hacía una leve seña con los ojos á Elena. Luego, fingiendo indiferencia, se separó del grupo para aproximarse lentamente al gabinete solitario donde habían estado al principio Robledo y la condesa. Tomaba al paso distraídamente las manos que le tendían algunos, deseosos de entablar conversación. «Encantados de verle...» Y seguía adelante.

Ellos le recibieron con la más perfecta tranquilidad fingiendo pasmosamente que tenían gusto en verle por allí y preguntándole por Clara. Imposible llevar a grado más alto la hipocresía. ¡Qué abismo de maldad es el corazón humano! No hacía mucho rato que estaban allí sentados cuando llegó la caravana que conducía en triunfo al paisano Barragán.

¡ le has herido, Plutón! exclamaron varios encarándose con el feroz minero. ¡Yo! profirió éste fingiendo con admirable serenidad la sorpresa. ¡, ! dijeron los paisanos que se hallaban cerca. ¿Con qué arma?... Aquí tenéis mi navaja respondió sacándola del bolsillo y presentándola. Plutón, como criminal experto, llevaba siempre dos navajas.

¡Es mi marido! Carola, fingiendo tremenda ira, comenzó a gritar: ¿Marido? Embustera, vieja, estantigua, si lo que paece usted es la estampa de las cuarenta horas. Y vuelto el rostro hacia dentro, añadió: Quintinito, hijo, mono, sal y pega un empellón a esta fiera.

Al adivinar que alguien se mantenía cerca de él, no atendiendo sus órdenes, volvió la cabeza. El Fuentes estaba a pocos pasos. Le había seguido con el capote al brazo, fingiendo distracción, pero pronto a acudir en su auxilio, como si presintiese una desgracia. Déjeme usté, Antonio dijo Gallardo con una expresión colérica y respetuosa a la vez, como si hablase a un hermano mayor.

Todas estas cosas revolvía en mi fantasía, y me consolaba sin tener consuelo, fingiendo unas esperanzas largas y desmayadas, para entretener la vida, que ya aborrezco.

Maxi, después de leer, siguió diciendo: «Le vi en el Saladero; allí debiera estar ese canalla toda su vida. Olmedo, que iba conmigo, me le enseñó. Fue a ver a mi hermano; él iba a visitar a un tal Moreno Vallejo que también está preso por conspirar. ¡Y el tal Santa Cruz es de lo más cargante...!». Fortunata se tapaba la cara con el periódico, fingiendo que leía.

Su temperamento le engañaba, fingiendo una juventud sin fin; la desgracia al herirle de repente le desteñía, como un chubasco, todas las canas del espíritu. «Ay, , era un pobre viejo; un pobre viejo, y le engañaban, se burlaban de él.

Era la voz oratoria de su amigo, en torno de la cual parecían enroscarse como suaves lianas las dos voces prudentes y tímidas de la pareja amorosa. Luego, fingiendo interesarse mucho por lo que decía el conferencista, se llevó á un ojo la lente de aumento.

No era ninguna joven; yo esperaba este final; pero por fuerte y resignado que uno sea, estos golpes siempre se sienten. Al irse la pobre vieja, quedo libre. Era lo único que me ligaba a esta iglesia, en la que ya no creo. Su dogma es absurdo y pueril, su historia un tejido de crímenes y violencias. ¿Para qué mentir, como otros, fingiendo una fe que no siento?

Palabra del Dia

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