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Actualizado: 21 de junio de 2025
Pendones son esos que podrán estarse aquí en fila, esperando turno, pero que han figurado y figurarán siempre en primera línea en los campos de batalla. ¡Bienvenidos, señores! ¡Qué alegría la del canciller De Chandos cuando vea y abrace á sus predilectos compañeros de armas! Por aquí, caballeros. Vuestros escuderos son sin duda dignos del renombre de sus señores.
Durante la noche vió, al asomarse por tres veces, la fila circular de hogueras en torno de las cuales dormían los soldados, y sobre la techumbre del edificio los aviones, que abrían de vez en cuando sus ojos enormes, paseando sobre la tierra mangas de luz.
¿Yo? repuso D. Luis con cierta tristeza . Ya sabe usted que estuve en Hollabrünn, en Austerlitz y en Jena. Pues entonces... Por lo mismo que presencié tan terribles acciones de guerra, tengo miedo. ¡Miedo! Pues fuera de la fila. Aquí no se quiere gente medrosa. No hay soldado aguerrido afirmó Santorcaz que no tenga miedo al empezar la batalla, por lo mismo que sabe lo que es.
Mi tía Medea había tomado parte en dos revoluciones chingadas y pertenecía a la oposición. El único puesto público que conservaba, era el de la Sociedad Filantrópica, donde la fila de sus contemporáneas se había raleado notablemente. Una nueva generación política y literaria había invadido la tribuna, la prensa y los cargos públicos.
Después, marchando adelante en fila, nos abrimos camino con dificultad a través de las altas malezas, pastizales, gigantes helechos y enmarañadas trepadoras, avanzando lentamente hacia el puente señalado.
En la larga fila de vehículos estaba el antiguo faetón, balanceándose sobre sus muelles como una enorme caja fúnebre y encerrando en su acolchado interior toda una familia, incluso la nodriza; la ligera berlina, con sus ruedas rojas o amarillas; la carretela, como una góndola, meciéndose a la menor desigualdad del suelo, y la galerita indígena, transformación elegante de la tartana y símbolo de la pequeña burguesía, que, detenida en mitad de su metamorfosis social, tiene un pie en el pueblo, de donde procede, y otro en la aristocracia, hacia donde va.
El carruaje, a todo correr de sus dos caballos, rozaba y dejaba atrás una fila de payeses que volvían de la ciudad por el borde del camino.
En efecto, la florista se estaba abriendo paso por la fila posterior de butacas para entregar un ramo de flores a cada una. Escudero rebosaba de contento y su digna esposa igualmente. Pero Araceli se mostraba en absoluto indiferente al triunfo de su primo. Su corazón virginal no latía ya sino con los recuerdos feudales, y Gonzalito Ruiz Díaz era el encargado de refrescárselos.
En larga fila, contestando a las cuchufletas y carcajadas del gentío con burlescos saludos, aparecían las figuras más salientes del gran poema bíblico.
La noche seguía tibia y estrellada: a la puerta aguardaba una larga fila de coches, que nos fue preciso evitar. Ya no había en las calles el movimiento de las primeras horas, pero con todo, seguimos las más solitarias. Teresa no quiso aceptar mi brazo como antes.
Palabra del Dia
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