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Actualizado: 9 de junio de 2025


El abismo estaba abierto, y era preciso lanzarse sobre él. A bien que al otro lado le esperaban un ilustre pergamino, objeto de las ambiciones de la mitad de su vida, y la gloria de su nombre en la admiración del país. ¿No era corto el espacio comparado con las alas? Y llegó el instante fiero.

Fiero Pluton, que en la region oscura Entre ministros de animos perversos Te cupo de reynar suerte y ventura, Haz, aunque sean de tu gusto adversos, Cumplidos mis deseos, y en la dura Ocasion que te invoco, no te tardes Ni á ser mas oprimido de aguardes.

Tiembla debaxo de los pies la tierra De infinitos poetas oprimida, Que dan asalto á la sagrada sierra. El fiero general de la atrevida Gente, que trae un cuervo en su estandarte, Es ARBOLANCHES, muso por la vida.

De pronto, al hacer un descanso el «Santísimo Cristo de la Coronación de Espinas» y «Nuestra Señora de la Mayor Aflicción», una voz rasgaba el silencio de la noche, una voz que hizo llorar al fiero contrabandista.

No contaba con simpatías, no contaba con mas apoyo que el de sus propias armas; mas estas armas eran fuertes en la pelea, él bravo y fiero como uno de esos leones del Desierto. Se hacia dificil quebrantar su poder, romper su lanza. En otro tiempo misma hubieras bastado á quebrantarlo; mas ¿cómo podias entonces tener fuerzas ni aun para levantar al cielo tus suplicantes brazos?

NARV. Moro, pues sabes el mío, Dime el tuyo; que, si puedo, Obligado a tu bien quedo. ARR. De tu grandeza lo fío. NARV. Esta mi pasión me obliga A pensar que quieres. ARR. Quiero... Pero mi tormento fiero No permitáis que os le diga; Mayor es que amor airado. NARV. ¿Mayor que amor puede ser? ARR. Es celos de mi mujer, Rodrigo, que soy casado. NARV. ¡Con celos, y estás aquí!

Ibitupuá, que estaba muy pujante, Espera á Don Gabriel con pecho fiero: No viene el Placentino muy triunfante Que le quita la fuerza el mal tempero: Las aguas tambien mira de delante, Y el importuno tiempo venidero, Y viendo como todo le adversaba, Batalla solamente presentaba.

Primero que vengais al trance duro Desta resolucion que haveis tomado, Pareceme ser bien, que desde el muro Nuestro fiero enemigo sea avisado, Diciendole que campo seguro A un Numantino, y otro su soldado, Y que la muerte de uno sea sentencia Que acabe nuestra antigua diferencia.

Tocante á ti, ó Lofraso, los renombres, Y epitetos de agudo y de sincero, Y gusto que mi comitre te nombres. Esto dixo Mercurio al caballero, El qual en la crugia en pie se puso Con un rebenque despiadado y fiero. Creo que de sus versos le compuso, Y no como fue, que en un momento, O ya el cielo, ó Lofraso lo dispuso,

Levantando bien el pailo, pensando tenerla debajo y darle tal garrotazo que la matase, con toda su fuerza me descargó en la cabeza un tan gran golpe, que sin ningún sentido y muy mal descalabrado me dejó. Como sintió que me había dado, según yo debía hacer gran sentimiento con el fiero golpe, contaba él que se había llegado a y, dándome grandes voces llamándome, procuró recordarme.

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