United States or Bahamas ? Vote for the TOP Country of the Week !


En tanto que el peligro duró no habíamos sentido, en presencia de aquella escena, otra impresión que la de una viva inquietud; pero tranquilizados apenas nuestros espíritus, debían ser heridos vivamente por el contraste que ofrecía el desenlace de la aventura con el aplomo del que había sido su héroe. La risa es por otra parte tan fácil como natural después de alarmas felizmente apaciguadas.

Yo me había acercado a mi compañera todo lo que el buen gusto permite. Felizmente en aquel momento se organizaba una cuadrilla, y la fila compacta de las parejas nos cubría de las miradas de todo el mundo. Hay veces que un baile es más solo que un desierto. La música rompía en seguida y Blanca y yo, en nuestro sofá, gozábamos de la ventaja de que nadie se preocupara de nosotros.

Sabido es como habla de ellos Madama de Stael; pero felizmente puedo citar en mi apoyo un juez mas competente todavía, Schelling, uno de los jefes de la filosofía alemana.

Las naciones de Europa han llegado á ser las más morales, las más inteligentes y las más felices, no porque lleven en preeminencia alguna, sino porque gozan de un mayor número de ríos y fuentes, y sus cuencas fluviales están más felizmente distribuídas.

A ese mal se opone la libre accion de los pueblos, felizmente, y es por esto que la libertad de todos los pueblos interesa mucho á la humanidad entera.

Felizmente, tal resultado era menos de esperar en aquella época que en cualquiera otra. La victoria obtenida por Lope de Vega en favor del teatro nacional fué tan decisiva, que nada pudieron contra ésta los ataques de una crítica enemiga, aun empleando la mayor prudencia y todas las armas de la sátira.

El error exclusivista de que sólo el arte antiguo puede ofrecer modelos dignos de imitación, y la ciega fe en los preceptos de Aristóteles, han desaparecido ya felizmente, para siempre, de todo el mundo civilizado.

Empeñarse en seguir era locura, porque en vez de ponernos a flote, íbamos a hundirnos más, y con el capital a perder el crédito, es decir, el mío, que el del socio ya andaba por los suelos, desde que su nombre salió en la pizarra de la Bolsa, por no poder pagar... Ese día, yo me resolví a la liquidación; felizmente, Esteven ha estado muy razonable, lo confieso, y bien pudo no estarlo en medio de sus compromisos, haciéndose cargo de la mayor parte del pasivo; pero, cincuenta mil nacionales para es mucho, es todo, es la ruina otra vez... ¡y va la tercera!

Esto de aguantar la mecha, no le sabía a mieles, sin duda, al alicaído corredor; pensaba que si don Bernardino había venido a la Bolsa, era porque ni estaba quebrado, ni temía hacer frente a los díceres malévolos del vulgo, y si esto era así, como parecía, felizmente, no sería él tan simple de no largarle lo que tenía en la punta de la lengua. Y así lo hizo, sin ceremonia.

Pero siempre «papelitos cantan». Aquí no tenemos nada de eso, felizmente. Nos limitamos a decir: «apellido conocido», «gente bien», «buena familia». Estos títulos que acaso sean los mejores, los verdaderamente meritorios constituyen nuestra alta clase social. Yo no explicar mejor el fenómeno: pero creo que lo dicho basta como esbozo de nuestro gran mundo.