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Actualizado: 24 de octubre de 2025


Un bulto negro descendía las escaleras del vestíbulo de casa de Artegui. A la luz de los astros, y a la de los lejanos faroles de la calle, se advertía su vacilante andar, y a las manos que frecuentemente llevaba a su rostro. Miranda esperó, esperó como el cazador en acecho. El bulto iba acercándose.

Doña Manuela pasaba las mañanas en las iglesias, frecuentando hasta las más lejanas de su casa, y las tardes en la Limosna de la luz, de donde solía volver cuando encendían los faroles de las calles. Leocadia, obligada por la fuerza de las circunstancias y quizá temerosa de su hermano, cuidaba algo más al padre; mas también volvió a las andadas.

Cuando alguna vez le decía don Mateo, que pasaba siempre en su tienda algunas horas: Severino, ¿vamos a preparar algo para la víspera de San Antonio? ¡Para qué, don Mateo, para qué! respondía el tendero con desaliento. Una iluminacioncita de doscientos faroles nada más, un globo y algunos cohetes. ¿Quiere usted que nos cueste a nosotros el dinero como la fiesta de Santa Engracia?

En esta época me decía el comandante se ven aquí caras que no volverá usted a ver en todo el año...¡Y que las hay retrecheras!... Otras veces nos íbamos hacia la orilla del río, donde las noches de luna no encienden los faroles. A lo largo del paredón que separa el paseo del muelle había muchos bultos de mujeres sentadas en el banco de piedra con respaldo de hierro que lo guarnece.

Ambos, con paso rápido y resuelta actitud, se dirigieron hacia él. Lleno de terror, huyó precipitadamente. Corrió a través de la niebla enloquecido, jadeante, atropellando a los transeúntes, tropezando con los faroles, los caballos, los coches. Se detuvo en una ancha avenida, que le costó mucho trabajo reconocer. Todo se hallaba alrededor desierto y silencioso. Caía una menuda lluvia.

El amplio ventanal tenía las vidrieras abiertas; los huecos sobre el patio interior estaban abiertos igualmente; una brisa continua hacía palpitar las cortinas, balanceando los faroles antiguos, las banderas apolilladas y otros adornos del estudio romántico. Tomaron asiento en torno de una mesita, junto al ventanal, lejos de las luces que iluminaban un extremo de la amplia pieza.

El aire silencioso temblaba con exagerada sonoridad, repitiendo la caída de un remo en las barcas, pequeñas como moscas, que se deslizaban abajo por la copa del golfo, prolongando las voces femeninas é invisibles que se perseguían en las arboledas de las alturas. Los sirvientes fueron de mesa en mesa colocando bujías encerradas en faroles de papel.

Currita marchaba muy de prisa, sin mirar a ningún lado, fijos siempre los ojos en las luces de los faroles, que le parecían la salvación y la vida, sintiendo a la vez deseos y terror insuperables de volver atrás la cara.

Allí no había casas, ni aceras ni faroles; era una calle porque la llamaban así, pero consistía en un camino maltrecho, de piso desigual y fangoso entre dos paredones, uno de la Cárcel y otro de la huerta de los Ozores.

Yo no cómo hay ingenios tan romos que novelan con cosas y personas de la época presente, donde no existen elementos literarios, según todos los hombres doctos hemos probado plenamente. Al demonio no se le ocurriría pintar aventuras en una calle empedrada y con faroles de gas.

Palabra del Dia

neguéis

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