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Actualizado: 26 de junio de 2025


Aceptada como medida de mayor aprovechamiento, andaba también el escribano con los del contrabando y tenía con la mayor desvergüenza, una falúa para introducir géneros en la ciudad, siendo no pocos los abusos y desmanes que llevaba á cabo con otro compinche en el río, donde á más impuso su autoridad á los pescadores de Triana.

Los marineros, que también participaban de él, se habían descuidado, y la falúa, abandonada a misma, se acercó a la orilla y embarrancó. En vez de susto, lo que aquel lance produjo fue risa y algazara. Los marineros se remangaron los pantalones y se echaron al agua, y al momento nos pusieron a flote. Pero la paciencia del tío de Elenita había tocado a su fin.

Últimamente apareció un grupo abigarrado de damas y caballeros, donde predominaban los sombreros de paja y las manteletas encarnadas, y el viejo lobo marino que acababa de jurar como un carretero, blasfemó otra vez de puro satisfecho y colocó una tabla entre el atracadero y la falúa para que pasase la gente. El primero que saltó fue don Mariano.

Ya cuál es el quehacer del conde... Una juerga me dijo Pepita por lo bajo. ¿Cree usted?... ¡Uf! Como si lo viera. Las señoras en coche y los hombres a pie, nos trasladamos todos al muelle, donde nos esperaba una espaciosa falúa entoldada, con cuatro remeros sentados a la proa. El calor en aquel sitio era estupendo. El reflejo de las piedras abrasaba el rostro.

Mientras se disponía la comida y llegaba la falúa de la Sanidad, que había ido a depositar a Isidorito como triste deportado en un árido paraje de la costa, señoras y caballeros se diseminaron, dedicándose a la caza o a la pesca, según las aficiones y aptitudes de cada cual.

Ricardo y uno de los marineros se habían echado al agua y nadaban vigorosamente para salvar la corta distancia que la falúa había recorrido antes de que se diera el grito de alarma. Ricardo, que iba delante, se sumergió, y a los pocos segundos tornó a aparecer con la niña entre los brazos.

La falúa se inclinó blandamente sobre un costado al recibir el peso de su amo, como si le hiciese una reverencia cariñosa. Las niñas todas, incluyendo por supuesto a las señoritas de Delgado, fueron saltando después, apoyadas en la atlética mano de don Mariano; los caballeros las siguieron. Una vez llena la primera falúa, pasose a cargar la segunda, que a su vez no tardó también en llenarse.

Las suaves colinas vestidas de pinos que bordeaban las orillas y que nuestros viajeros iban dejando atrás una en pos de otra semejaban lomos erizados de animales monstruosos y fantásticos. Las conversaciones de falúa a falúa fueron cesando. Las embarcaciones recobraron su autonomía viviendo para . Oigamos algo de lo que se charlaba en ellas.

La falúa ya estaba cerca de ellos, y pudo coger la beta que le echaban, y en seguida el carel de la lancha, viéndose suspendido por una porción de brazos que los metieron dentro. Don Mariano, en los cortos momentos que esto duró, forcejeaba con don Máximo y otras personas, pugnando por arrojarse al agua. Cuando vio a su hija en la embarcación faltó poco para que la ahogase contra su pecho.

Palabra del Dia

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