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Actualizado: 11 de junio de 2025
Morsamor, ataviado con esmero y elegancia, parecía más joven y más gentil que nunca. De su cinto, bordado de oro, pendían la espada, la daga y la primorosa escarcela; coleto de finísimo ante, lleno de prolijas labores, cubría su pecho y sus espaldas. Las mangas acuchilladas, así como los gregüescos eran de blanco raso.
Y se liaba a toda prisa al pescuezo un gran foulard finísimo, y levantábase el cuello del gabán a la altura de las orejas... Te digo que vale más volver al palco, si... Un estornudo formidable le cortó la palabra y le acrecentó la angustia. ¿Lo ves?... ¿Lo ves?... Ya pillé un constipado... Fortuna tengo hoy... ¿Sabes?... ¡Ya tengo para una semana!...
Como Fortunata hacía cada día nuevas relaciones de amistad entre las Filomenas, debo mencionar aquí a dos de estas, quizás las más jóvenes, que se distinguían por la exageración de sus manifestaciones religiosas. Una de ellas era casi una niña, de tipo finísimo, rubia, y tenía muy bonita voz.
Tal vez estas nuevas se ponían en conocimiento del público. Como prueba de que los particulares se valían del mismo medio de comunicación, puede aducirse, en los tiempos más antiguos, un papiro ó pergamino finísimo destinado al efecto, y más tarde, unas hojitas de papel, que se llamaba de pájaro, y que venía á tener seis centímetros de ancho y nueve de largo.
Lo menos había media legua desde la puerta al altar... Y mientras más andaba, más lejos, más lejos... Llegó por fin y subió los dos, tres, cuatro escalones, y le causaba tanta extrañeza verse en aquel sitio mirando de cerca la mesa aquella cubierta con finísimo y albo lienzo, que un rato estuvo sin poder dar el último paso.
Es natural que Juanita no se escondiese ni huyese, porque ni ella era medrosa ni don Andrés era el bu ni una fiera. Don Andrés era un caballero muy bien educado, pulcro y finísimo, soltero, que no había cumplido aún cuarenta años, y verdadero amo y señor de Villalegre, donde hacía ya ocho años que reinaba con lo que podemos calificar de despotismo ilustrado.
Trataré de describir el orden y aparato de aquel ejército siguiendo fielmente la veraz, escrupulosa y auténtica narración de mi amigo el Flos sanctorum. Delante marchaban unos heraldos llamados Artículos, vestidos con magníficas dalmáticas y cotas de finísimo acero: no llevaban armas, y sí los escudos de sus señores los Sustantivos que venían un poco más atrás.
Y apretaba sus labios; se le encendían de pronto, como de un vuelco de la sangre las mejillas; enrollaba nerviosamente en el dedo índice de la mano izquierda un finísimo pañuelo de batista y encaje.
No hablaba más que de previsión, ahorros y peluconas. Oyéndola sin mirarla, podía uno imaginar que escuchaba consejos de pariente tacaño. Un día, entre gatadas y bromas, le quitó a un amante dos perlas de la pechera, y retorciendo una horquilla de las llamadas invisibles, con su alambre finísimo improvisó un par de pendientes, y se quedó con ellos. ¿Mercedes? La mentira en todo su esplendor.
El papel, finísimo, pliego pequeño, algo perfumado, sin cifra ni sello: la letra desfigurada y temblorosa, no decía más que esto: «Tú lo as querido. No tienes derecho de comprometer con tantas imprudencias a una pobre mujer que ningún daño te a causado.
Palabra del Dia
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