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Actualizado: 17 de junio de 2025
Iba a decir que el que allí corría con las cuentas de todo era D. Juan Nepomuceno; pero se contuvo, porque solía darle vergüenza que los extraños conocieran esta abdicación de sus derechos. ¿Esto será alguna deuda antigua? dijo por fin. No señor... y sí señor. Me explicaré... Sí, hombre, acabemos.
Don Pío no podía hablar de nadie sin extraerle toda su genealogía, sin hacer su retrato físico y su retrato moral, sin marcar el rasgo cómico o serio que podía tener, sin determinar el traje que usaba habitualmente, sin remontar en fin hasta la biblia, para presentarlo a propios y extraños.
Cordial y afable con sus iguales, era, sin embargo, muy fría e inflexible con sus inferiores teniendo el hábito de mirarlos a través de sus anteojos cuadrados de arcos de oro, y examinarlos como si hubiesen sido extraños seres de diferente carne y sangre.
Singular sería que siendo Shakspeare tan adorado entre los extraños, lo fuese menos entre los propios; entre los ingleses, que son tan patriotas. En Inglaterra ha tenido el gran dramático multitud de biógrafos, críticos, comentadores y panegiristas. Los que en España han escrito sobre Cervantes son en número cortísimo comparados con los que en Inglaterra han escrito sobre Shakspeare.
Gabriela observaba atentamente el magnífico espectáculo de la puesta del sol, prestando atento oído a los ruidos del campo, a los rumores del río, a los zumbidos extraños con que los insectos saludan el advenimiento de la noche; yo, recostado en el tronco de aquel árbol gigantesco, no apartaba los ojos de la encantadora señorita.
Y estos ladrones consentidos y acatados, ¿no tienen mujer con historia negra, e hijas con parecidos extraños? Y estas hijas, sin ser santas ni servir ninguna de ellas para descalzar a mi inocente Luz, ¿no se ven bien codiciadas de los guapos mozos, y a sabiendas, y no se casan sin que las gentes se escandalicen ni se junte el cielo con la tierra?
Pero unos pensamientos muy extraños. Una vez me la imaginé vestida con todos los perifollos de las elegantes de Madrid, y me produjo la visión de lo imaginado tan deplorable efecto, que di un respingo en la silla.
Y realmente su rostro angelical, destacándose en aquel momento del tosco capuchón, parecía el de uno de esos monjes ideales que cruzaban misteriosamente por los claustros de los templos góticos para ir a postrarse ante el altar de la Virgen. Por eso algunos de sus actos que parecían extraños no lo eran, si se atendía a que este joven vivía con el espíritu en otros tiempos más nobles y santos.
Tal facha y vestido con anteojos era de lo más ridículo que puede imaginarse. Los de la Regencia fluctuaban entre el enojo y la risa, y los extraños que presenciaban aquello, no disimulaban su contento por disfrutar de escena tan chusca.
Siguió examinándola de lejos, creyendo reconocer el pasado en algunos rasgos de aquella fisonomía ajada, y quedando indeciso ante otros que le resultaban extraños. ¡Pero los ojos!... ¡aquellos ojos!... La mujer volvió á sonreir y á mover levemente la cabeza, repitiendo sus mudas invitaciones.
Palabra del Dia
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