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Actualizado: 27 de mayo de 2025


Durante quince años la vida no ofreció graves incidentes. El rencor de Clementina no estaba extinguido, sino en ese estado de incubación semejante al de los volcanes que no revelan su actividad interior más que por los tenues hilos de humo que se escapan por sus costados.

Si una cosa puede ser y no ser á un mismo tiempo, podemos estar ciertos y no ciertos, conocer y no conocer, existir y no existir; la afirmacion puede estar junto con la negacion, las cosas contradictorias pueden hermanarse, las distintas identificarse, las idénticas distinguirse; la inteligencia es un caos en toda la extension de la palabra; la razon se trastorna, el lenguaje es absurdo, el sujeto y el objeto se chocan en medio de espantosas tinieblas, toda luz intelectual se ha extinguido para siempre.

En vez de ser con ella, mandó a su ama para que la acompañase. Sólo cuando la luz se hubo extinguido por completo subió de nuevo con el sombrero en la mano, preparado a salir. La esposa de D. Álvaro, así que le vio en esta traza, se levantó de la silla. Había cerrado ya la noche. La gente de mar se había retirado a sus casas o a las tabernas.

Hizo Salvador un movimiento de repugnancia como si se le aproximara un reptil, la midió con mirada despreciativa y colérica y salió de la sala muy altivo, sonriéndose, con una audacia nueva en él, tan provocativa, que Narcisa le persiguió diciéndole desvergüenzas, extinguido ya el resto de pudor que hasta aquel día la contuvo en su tentación de insultarle a la cara.

En una palabra, Ruiloz iba a penetrar en el alma de Julia: si ésta procuraba la muerte de Clotilde, era señal de que seguía enamorada de Javier, o de que sin amarle era rencorosa hasta la perversidad, e indigna de ser querida; si lo contrario, demostraría primero que su corazón era incapaz de venganza, y tal vez que su amor a Javier era sentimiento extinguido.

Ni el mismo Marcial sabía a dónde nos dirigíamos. La obscuridad era tan fuerte, que perdimos de vista las demás lanchas, y las luces del navío Pince se desvanecieron tras la niebla, como si un soplo las hubiera extinguido. Las olas eran tan gruesas, y el vendaval tan recio, que la débil embarcación avanzaba muy poco, y gracias a una hábil dirección no zozobró más de una vez.

Pedir a Isidora que no insistiera, era como pedir al sol que no alumbrase. Era toda convicción, y la fe de su alto origen resplandecía en ella como la fe del cristiano dando luz a su inteligencia, firmeza a su voluntad y sólida base a su conciencia. El que apagase aquella antorcha de su alma, habría extinguido en ella todo lo que tenía de divino, y lo divino en ella era el orgullo.

Algún tiempo antes de los sucesos que acabamos de narrar, los amores de Ricardo y María, que se habían ido desvaneciendo gradualmente como las notas de una hermosa melodía, hasta el punto de no saber el mismo Ricardo si realmente existían o se habían extinguido por completo, si aun era el amante de la primogénita de Elorza, o si no tenía sobre su corazón otros derechos que los que se conceden a un antiguo y estimado amigo; estos amores, decimos, habían cobrado, sin que nadie supiese a qué atribuirlo, repentina e inesperada vida, como si a una luz próxima a morir por falta de aceite, le echasen alguna buena cantidad de ese combustible.

Esta operación del revoloteo y el cobijo iba siempre acompañada de un precipitado redoble de tambor, tocado por un tamborilero hasta cierto punto eclesiástico y consagrado a aquel menester. No cerraba la procesión ninguna tropa de veras, porque en el pueblo, desde que se había extinguido la milicia nacional, no había soldados. Sólo había dos guardias civiles.

Meditaba sobre la locución popular: «Ojos que no ven, corazón que no siente». Pensaba en embarcarse para las islas Jónicas, en caer como una bomba en la casa de su amante y en apoderarse de él en una lucha heroica. Le bastaría un cuarto de hora para reanimar el fuego mal extinguido y para reanudar una costumbre que no estaba más que interrumpida.

Palabra del Dia

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