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Actualizado: 17 de mayo de 2025
No trataba Ana de explicarse cómo esta emoción ligeramente voluptuosa se compadecía con el claro concepto que tenía de la clase de amistad que iba naciendo entre ella y el Magistral.
Por eso observaron que el precioso cadáver de Celinina, aquello que fué su persona visible, tenía en las manos, en vez del ramo de flores, dos animalillos de barro. Ni las mujeres que la velaron, ni el padre, ni la madre, supieron explicarse esto; pero la linda niña, tan llorada de todos, entró en la tierra apretando en sus frías manecitas la Mula y el Buey. Diciembre de 1876. Poe....
Buscaba ante todo aquello que podía distraer a la joven para que se sintiese más interesada por la vida. Quizás aquel hombre tímido, como todos los hombres verdaderamente fuertes, evitaba explicarse a sí mismo el sentimiento nuevo que le atraía hacia ella. Temía verse preso entre dos deberes contrarios; no se podía ocultar que estaba ligado por toda la vida a la señora Chermidy.
El pobre don Juan estaba rabioso por lo que le sucedía. Más de un mes llevaba perdido en persecución de una mujer a quien dos años antes había considerado peligrosa. «En realidad pensaba, tratando de explicarse su conducta , esto es... una locura... un capricho. Ha hecho bien...; pero de mí no se burla una mujer a quien he tenido en los brazos. Yo le enseñaré quién soy.
Son estos naturales muy amantes al Rey, y muy obedientes a todo cuanto se les manda en su real nombre; en los cabildos el común modo de explicarse y de persuadir a los otros a que hagan lo que deben es decirles que así lo manda Dios y el Rey.
Siempre sereno, siempre risueño, feroz y cruel en el fondo, Mochi hizo comprender a su amiga que aquella tolerancia del maestro continuaría, y que era indispensable para tener nivelados los presupuestos de la sociedad. Lo que no hacía falta era explicarse directamente; lo que allí hubiera sido repugnante, según el tenor, era un pacto explícito; no hacía falta.
Sin darse cuenta de cómo podría explicarse con el señor de Lerne sobre un asunto tan delicado, esperó, sin embargo, impaciente el miércoles siguiente, esperando encontrarle en la recepción de su madre. Pero al llegar a casa de la condesa tuvo el desagrado de saber que Jacobo tenía un fuerte dolor de cabeza que le retenía en la cama.
No podía explicarse». Y suplicaba al Magistral que la entendiese. «Pues la noche anterior había pasado algo por el estilo, al ver a la pobre novicia, a Sor Inés, caer en brazos de don Juan... ya veía el Magistral qué situación tan poco religiosa... pues bien, ella de una en otra, al sentir lástima de aquella inocente enamorada... había llegado a pensar en Dios, a amar a Dios, a sentir a Dios muy cerca... ni más ni menos que el día en que regaló a un niño pobre un globo de colores. ¿Qué era aquello?
Momentos después aparecía ante ellos, confusa, mirándolos, sin acertar a explicarse; procuró sonreír y se sentó en una silla, casi al borde. Pero en seguida hizo un ademán de sobresalto y se levantó, indecisa. Había en toda su persona esa nerviosidad contenida y esos modos inopinados de quien procura hacerse comprender por alguien, con el temor de que otros, presentes, puedan advertirlo.
No sopló el diablo, a pesar de hallarse tan cerca el fuego de la estopa. Pero cuanto más orgulloso estaba Manuel por haberse apoderado del corazón de Felisa, menos podía explicarse su terquedad en ir dejando la boda para más adelante, como si juntamente sintiese amor al hombre y miedo al matrimonio. ¿En qué se fundaba su temor? No llegó a sorprenderlo toda la perspicacia de Manuel.
Palabra del Dia
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