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Actualizado: 22 de junio de 2025
Desde tu huesa, que el ciprés corona, oye la sinfonía de mi lira; es la canción que a tu memoria entona el bardo filipino que te admira... Para esculpir tu nombre giganteo, para encumbrar tu gloria soberana, arrancaré la lira de Tirteo y el estro portentoso de Quintana.
Acusado de hechicero y de gentil, y huyendo de la intolerante persecución religiosa, el padre de Gláfira salió de Creta con su hija. Anduvo errante por varios países y al fin murió dejándola abandonada. Vagando como Io, Gláfira llegó a Hesperia, sin Argos que la vigilase, pero también sin tábano o estro que la picase. No tenía más estro que su voluntad ambiciosa.
Cuanto expondremos á continuación, fundado principalmente en las indicaciones, que se hacen en las obras de este poeta , rectificará, á la verdad, algunos puntos, y hará resaltar otros, que hasta ahora han pasado desatendidos, pero sin pretender por esto que se considere un estro trabajo como una biografía acabada.
Aquel día leyó el joven en el corazón de doña Lupe y apreció sus disposiciones pacificadoras, a pesar de las frases estudiadas con que las quería disimular. Hizo además un razonamiento que demuestra la agudeza genial que adquiría en ciertos momentos de verdadero estro, adivinando por arte de inspiración los arcanos del alma de sus semejantes.
Sólo escribirán los verdaderamente inspirados, los amantes de la gloria, los punzados e impelidos por el estro, los que tienen algo grande y nuevo que decir, o el que absolutamente no sirve para nada, y, como ha seguido carrera literaria, se hace escritor, desesperado de no poder ser otra cosa y para consolación en su desventura.
El ingenio que muestra en la invención, el interés arrebatador de las situaciones, la firmeza y la vida de los caracteres y el estro poético que vivifica todas sus partes, señala á este drama un lugar merecido entre las obras magistrales más selectas que haya producido la poesía dramática.
Pero, aunque llegase alguien a convencerme de que cualquiera de estos novelistas de ahora valía más que Cervantes, aún no me convencería yo de que la superioridad consistía en el ejercicio o en el empleo de un arte más exquisito y profundo, sino en que a Zola, pongamos por caso, le había dado Dios más inteligencia, más estro, más inventiva y más profundidad de ideas y de sentimientos que a Miguel de Cervantes, por donde éste se había limitado a escribir cosillas de mero pasatiempo, sin penetrar más allá de la corteza y de la epidermis, mientras que Zola se hunde como buzo espiritual en las más obscuras reconditeces del ser humano, sacando de allí a la clara luz del día secretos misteriosos, nunca revelados antes.
Era que se iba á celebrar la fiesta de la literatura lemosina, en la que desempeñaba siempre un primer papel: vate premiado, discurseante, ó simple ídolo, al que tributaban sus elogios otros poetas, clérigos dados á la rima, encarnadores de imágenes religiosas, tejedores de seda que sentían perturbada la vulgaridad de su existencia por el cosquilleo de la inspiración; toda una cofradía de vates populares, ingenuos y de estro casero, que recordaban á los Maestros Cantores de las viejas ciudades alemanas.
Palabra del Dia
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