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Actualizado: 19 de julio de 2025
Díxome luego suspirando un político profundo: ¡Ha, señor! este buen tiempo no ha de durar siempre; este pueblo se muestra tan zeloso por mero acaso: su verdadero carácter se inclina al abominable dogma de la tolerancia, y un dia le abrazará; cosa que me estremece.
Dios Nuestro Señor a los pobres nos manda tener paciencia para pedir la limosna, y a los ricos les manda tener caridad, y el rico que parte su pan trigo con el pobre, tiene el Cielo más ganado que el pobre que lo recibe y no lo agradece. ¡Es la ley de Nuestro Señor! El caballero se estremece.
No te diré si tu alma resplandece Como diamante en urna de cristal, Ni si tu seno blando se estremece Como la niebla al soplo matinal. No te diré si el labio que enamora En sus palabras desparrama miel, Ni si al caer, cual perlas del aurora, Hacen brotar las flores del vergel.
Si nuestros cañones llegaban a carecer de pólvora, si en sus almas de bronce se extinguía aquella indignación artificial, cuyo resoplido conmueve y trastorna el aire, estremece el suelo y arrasa cuanto encuentra por delante, bien pronto serían tomados por los valientes marinos, y les aguardaba el morir inutilizados por el denigrante clavo, fruslería que destruye un gigante, alfiler que mata a Aquiles.
¡Qué hermosa es! Como un velo tenue, su vestido blanco y diáfano flota en torno de su cuerpo encantador. ¡Y su cuello blanco! ¡Y aquellos hoyuelos en el nacimiento de los pechos! ¡Y aquellos brazos llenos y soberbios, sobre los cuales se estremece un leve vello de plata! ¡Y aquel pecho redondo y firme que sube y baja como las olas! La joven parece de belleza inaccesible... mujer y reina a la vez.
El «terror», en Hervieu, como en Maupassant, no se vé, y he aquí su fuerza; es la fuerza de «Lo otro», de lo que nadie sabe; el poder atrayente y poderoso de los cuartos cerrados, de los viejos retratos, de los cortinajes que el viento estremece suavemente ante la puerta de las habitaciones á oscuras... Un determinismo absoluto y perfectamente razonado rige lo maravilloso en Hervieu.
Siglinda se estremece, «¿Quién ha entrado?» Nadie, y sin embargo, un nuevo ser acaba de penetrar en la cabaña, abatiendo la puerta con su invisible rodillazo. Y Sigmundo, con la inspiración del amor, adivina quién es el recién llegado. «Es la Primavera que ríe en el aire en torno de tus cabellos. Se acabaron las tempestades; terminó la obscura soledad.
Este se estremece; su rostro enrojecido se pone lívido; en sus ojos brilla un resplandor de espanto; tiembla, extiende los brazos como para defenderse, y retrocede, vacilando, dos o tres pasos. Martín siente que se apacigua su cólera. El deplorable espectáculo despierta su compasión. Sigue a Juan, y, reteniéndole por el brazo, le dice con voz llena de ternura: Ven, hermano; es tarde; vamos a casa.
La joven inclina su cabeza sobre el pecho de Juan, le echa los brazos al cuello y llora. Al día siguiente dice Gertrudis: Ayer me porté como una chiquilla, Juan, y creo que, a poco más, caigo al agua. Ya habías perdido el equilibrio dice él. Y se estremece al recordar el terrible instante. Una sonrisa sentimental pasa por los labios de Gertrudis.
Sólo en su presencia Su propia desnudez el alma advierte, Su propia voz escucha la conciencia. Y pienso aún y con pavor medito Que del Silencio la insondable calma De los sepulcros es tremendo grito Que no oye el cuerpo y estremece el alma!
Palabra del Dia
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