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Estaban ambos en pie, cerca uno de otro, los dos arrogantes, esbeltos; la ceñida levita de Mesía, correcta, severa, ostentaba su gravedad con no menos dignas y elegantes líneas que el manteo ampuloso, hierático del clérigo, que relucía al sol, cayendo hasta la tierra.

¡Usted nunca me habla de mismo! le decía Ana con tono de reconvención, una mañana de Agosto, en el parque, metiéndole una rosa de Alejandría, muy grande, muy olorosa, por la boca y por los ojos. Estaban solos. Tácitamente habían convenido en que aquellas expansiones de la amistad eran inocentes. Ellos eran dos ángeles puros que no tenían cuerpo.

En aquel lecho habia con ella dos criaturas. Cuando los vecinos entraron al dia siguiente, hallaron á la madre abrazada á sus hijos; los brazos helados de la muerta, tenian á las dos criaturas encadenadas contra su pecho, mientras que sus labios amoratados estaban tocando la frente de uno de los niños, porque sin duda alguna habia muerto arrojando el aliento sobre aquella frente, para calentarla con el hálito de su boca y de su corazon.

Los reyes don Fernando é Isabel, á pesar de la escelente negociacion que hacian por mano de los inquisidores, estaban reducidos á la mayor pobreza.

Entonces... el pan no era abundante en casa y los pedazos estaban contados. En cuanto a la manteca para poner en él, inútil es hablar de ella.

Por demás está decir que en el ejército de Alejandro figuraba la broza de mis cajas de soldados; el enemigo no merecía otra cosa, mientras que en el mío, las filas estaban compuestas por infanterías y caballerías recién salidas de la plomería.

14 y vino un mensajero a Job, que le dijo: Estaban arando los bueyes, y las asnas paciendo cerca de ellos, 16 Aun estaba éste hablando, y vino otro que dijo: Fuego de Dios cayó del cielo, que quemó las ovejas y los criados, y los consumió; solamente escapé yo para traerte las nuevas.

Era una señora de aspecto triste, con el pelo canoso y el rostro todavía fresco. A sus lados estaban sentadas dos niñas. Un muchacho de catorce años, su hijo mayor, de pie ante ella, escuchaba sus palabras... Y la madre acababa por mostrarles sobre el canapé de su modesto salón un retrato que representaba á Canterac joven, con uniforme militar.

Mientras fingía escuchar el discurso de Flimnap, sus ojos vagaron de un lado á otro examinando los diversos grupos situados sobre la planicie de la mesa. De pronto su atención caprichosa se concentró en el lado donde se aglomeraba la gran masa de sus servidores. Creyó reconocer á Ra-Ra en uno de los hombres con vestidura femenil que estaban al frente de los siervos medio desnudos.

Persuadíale tambien á que se colocase y detuviese en su pueblo, á esperar el segundo destacamento que le seguia, porque el terreno que habia de transitar en adelante era muy quebrado; los caminos, á mas de ser ásperos, estaban llenos de angosturas, y que era excesivo el número de indios que se reunia para embarazar el paso á las tropas.