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Actualizado: 28 de junio de 2025
Le tocaba la segunda aquella noche, y aunque él no había asistido a la primera porque desde hacía algún tiempo le interesaban más los donaires y murmuraciones del café que las disquisiciones estéticas, sabía perfectamente que Núñez no dejaría de estar allí y a todo trance quería verle.
Esta comedia fué calificada entre las obras mejores de este género del teatro español, en la época en que se creyó que la belleza y la cualidad principal de una buena comedia había de consistir en la censura acertada de ciertos vicios y flaquezas humanas: pero las ideas estéticas actuales, hoy más exigentes que entonces, no pueden confirmar ese juicio, celebrando á lo más la gracia de algunas situaciones y la elegancia de la locución: sólo el carácter del sórdido avaro Don Marcos, decuplicado Harpagón, puede mover disgusto.
Había yo pensado no molestar de nuevo a los lectores de El Liberal discurriendo y meditando sobre cuestiones estéticas con relación a las novelas; pero como padezco de cierta dolencia, que antes llamaban scribendi cacohetes y hoy llaman grafomanía, había ya redactado mi tercer artículo sobre El progreso en el arte de la palabra, y no me había atrevido a enviarle a El Liberal.
¡Bendito sea, pues, este libro rústico y serrano, que viene cargado de perfumes agrestes, y no nos trae ni problemas ni conflictos, ni tendencias ni sentidos, ni otra cosa ninguna, sino lo que Dios puso en el mundo para alegrar los ojos de los mortales: agua y aire, hierba y luz, fuerza y vida! ¿Quién se acuerda de naturalismos ni de estéticas cuando lee la deshoja, o cuando oye las quejas de Catalina a Nisco, o cuando asiste con la imaginación al mercado de la villa?
Nada mejor pensado, ni mejor escrito, ni más entusiasta á par que juicioso, ni más esmaltado de sentencias metafísicas, estéticas y morales, puede, en mi sentir, escribirse en elogio del príncipe de nuestros ingenios, Miguel de Cervantes Saavedra, á quien coloca Montalvo entre los mayores que ha habido en el mundo, y á cuyo Quijote sólo pone por cima la Biblia y la Iliada.
En suma: sea como sea de todo lo dicho, pues no aspiro a dar reglas estéticas para escribir novelas, es lo cierto que yo, no porque opine mal de las mujeres, sino por falta de imaginación y por el infortunio de no haber hallado con frecuencia a santas ni a santos tampoco en este mundo sublunar, me he de permitir introducir en esta historia, verdadera y sencilla, un nuevo personaje, mujer también, que dista más que ninguna otra de mis heroínas de ser un dechado de perfección; pero que interviene poderosamente en los sucesos que debo referir.
La noche anterior había bajado á tierra para ir al teatro. Todos los gustos literarios de Tòni y sus emociones estéticas se concentraban en la zarzuela. Los hombres de talento no habían podido inventar nada mejor. De ella iba sacando los canturreos con que animaba sus largas permanencias en el puente.
Sólo al amanecer, el sueño los fué rindiendo a todos y se quedaron transpuestos en su asiento adoptando posturas caprichosas, algunas de ellas poco estéticas. Ramoncito Maldonado estaba en el pináculo de su gloria y fortuna. Esperancita, a juzgar por todas las apariencias, le amaba.
Poco importa que «los intelectuales» comulguen en estas ó aquellas tendencias estéticas, pues todas esas «modas de belleza» son accidentales y pasajeras: lo importante para el turista que por primera vez se asoma á una ciudad, es «el rebaño», la multitud abigarrada y omnipotente; y ésta, en sus juicios, siempre fué inconsciente y unilateral.
A decir verdad, el calificativo de naturalistas, aplicado a la mayor parte de estos escritores, no tiene explicación plausible, sobre todo si se los estudia en el conjunto de sus obras. Por otra parte, muchos de ellos, aun aplicando los procedimientos naturalistas, eran casi idealistas en teoría, apareciendo sus principios y aficiones estéticas en abierta contradicción con sus obras.
Palabra del Dia
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